EN UN PAIS LEJANO EXISTIO UNA CHICA QUE LE DOLIA EL CORAZON SI NO AMABA (CAPITULOS 11-20)
EL RINCON VELVET VIOLETA
Astrid estaba lista para otro día de colegio, sin mayor preocupación que salir y entrar al auto que la conducía a ese colegio llamado Internacional. Sabía que estaría acompañada de la llorona de su prima, pero era algo que le parecía que no era nada importante en su vida, solo una pequeña molestia a soportar. Lo importante era llegar al colegio y tratar de aprender a socializar. Eso era lo principal en este periodo escolar, cuando su mentor en el orfanato le avisó de que habían encontrado a sus padres y le realizaron los estudios de sangre para saber si era compatible con el ADN de la pareja Templeton. Le dijo que tenía que ser paciente con ellos, que eran unas buenas personas, que no eran como ella.
Y que cuando se fuera del orfanato y pudiera asistir por primera vez a una escuela, tratara de socializar con otros chicos de su edad, hacer amigos, conversar, conocer más personas, porque ella solo conocía a personas mayores y ancianas. Una vez al pensar en eso, no veía ningún problema en eso. Todos los ancianos que había conocido eran muy buenas personas, eran tan gentiles y atentos con ella, y siempre había aprendido muchas cosas de todas las personas con las que convivió.
Pero esa abuela que le tocó tener era una vieja de muy mala leche, diferente a los demás ancianos que había visto. Quizás ella era así, porque cuando fue joven nadie la quiso.
Uysss, ¿y si por eso su mentor, el señor Travis, por eso quería que ella conviviera con gente de su edad, para que no se convirtiera en una anciana como su abuela?…
No, ella no quería ser así de mala y odiosa como su abuela, no, no señor, ella no sería así, sería como los viejitos amables que siempre la habían ayudado a ella.
Su primera meta este día sería observar cómo se comportan los demás para tratar de hacer amigos. Sí, eso es lo que haría, solo observar. No creía que pidiera llegara a tanto como hablar con alguien.
Astrid estaba realmente pensativa en sus planes, que no sintió cuando subió al auto, Mila, y arranco, el chofer rumbo a la escuela, sino hasta que vio pasar por la ventanilla las calles.
No se había dado cuenta ni de esta mañana no le dolía el pecho, ni da de eso, quizás solo había sido una coincidencia los otros días, ya no era necesario visitar al hombre de la tienda de la salchicha grande.
Si así fuera, entonces su vida no estaba atada a amar a nadie, solo vivir para sus investigaciones y la Universidad. eso seria una maravilla para ella, ya no escucharía mas esa voz que le decía, que moriría si no amaba a Buker St Clair, porque esa misión le estaba resultando mas complicada que la que le había dado su mentor del orfanato, lograba comprender muy bien que hacer para enamorarse, solo sabia que si estaba al lado de ese hombre el dolor de su corazón se calmaba, si tocaba su mano, sentía que su alma se calentaba,
Si escuchaba su voz, su mente se tranquilizaba, era algo que nunca antes le había pasado, hasta que lo vio por primera vez.
Astrid ahora mismo estaba hecha un lio, no sabia si incluir como tema de investigación, la necesidad de amar a Buker, si le dolía de nuevo el Corazón al verlo lo haría, investigaría como es amarlo. Ella era muy joven para morir.
****
—Cuando llegaron a la calle donde estaba situada la tienda de Buker, Astrid vio al mismo chico que había visto antes, al del pelo rojo fuego, pero ahora se encontraba corriendo como si lo fueran a alcanzar, y era verdad, una banda de chicos vestidos de diferentes formas pero todos con pelos color fuego lo coreaban, era un espéctalo tan ridículo de ver, que de repente le vino a la cabeza un grupo de pequeños cerillo encendidos y jugando en grupo a persiguiéndose, hasta la idea se le hizo loca.
Bajo del auto a las afueras del colegio y no dijo nada mas solo se cruzo la calle y fue a donde estaba la salchicha feliz, a ver a Buker tenia que comprobar que no sentía nada.
Cuando entro en la tienda, vio de nuevo como siempre al tipo alto, sentado en un roncón del local, leyendo, parecía que no hacia nada mas que eso, además no veía que se vendiera nada, el pobre seguro que no obtenía ganancias de ese lugar.
Ya le preguntaría como hacia para ganarse la vida de verdad, porque de ahí seguro que no sacaba ni para un refresco.
—Por otro lado Buker vio entra de nuevo a la niña, a la cual ya se estaba acostumbrando a ver por las mañanas en el local de esta tienda tapadera, no le molestaba verla, todo lo contrario le gustaba que viniera, era una chica muy atractiva, además de que era muy ingenua, si no viniera mandaría a Farnel a buscarla, para saber que estaba bien, tenia miedo de que llegara a pasara algo.
Sabia muy bien que no debería dejar que ella estuviera mucho tiempo aquí, este lugar era un pasatiempo, para poder descubrir a un grupo que se había internado en el país de forma clandestina para robar información secreta, que tenia que ver con seguridad nacional, se habían encontrado pistas de que se encontraban en esta zona del país y por eso el decidió tomar el caso en sus propias manos.
Pero de verdad que era imposible alejar a esta niña de su lado. Un mas desde el momento en que le pidió que fuera su novio, en toda su vida jamás le habían pedido eso, bueno no de esa manera. Siempre había valorado las relaciones sociales y era uno de los hombres más deseados de la nación como cónyuge. Sin embargo, no le importaba en ningún momento, no le atraían las mujeres que se alimentaban solas en una bandeja de plata, desnudas y listas, para... Pensé en los globos que Farnel había tenido aquí hace unos días.
Sin embargo, Astrid tenía algo que le impresionaba mucho: era muy inteligente. Si alguien no prestara atención, pensaría que era una niña tonta o distraída, pero no era así. Ya había visto cómo podía observar las cosas en detalle, captar lo mínimo, pero para otras cosas, era muy ingenua. Quizás eso era lo que le gustaba de ella.
Astrid preguntó: "¿Acaso sigues sin hacer nada hoy?"
Buker respondió— ¿De nuevo llegaras tarde a clases hoy?
—No lo hare solo vine a verte, para saber si mi corazón estaba bien o dolería si no te veía.
—Niña puedes verme cuantas veces quieras, solo no dejes que se haga tarde para llegar a la escuela.
Astrid sintió de nuevo esa opresión en su pecho, y el dolor agudo que punzaba como mil agujas en su corazón, y una vocecita, repitiéndole en su cabeza, \
Buker vio la cara de dolor en Astrid, pero esta vez era mucho mas marcada que la primera vez que la vio, cuando le pidió que fueran novios.
—Astrid, ¿te encuentras bien, necesitas, algo, quieres una pastilla para el dolor?
—Solo necesito que me des tu mano.
De inmediato Buker le dio su mano, pero no aminoro el dolor en el rostro de Astrid, algo anda mal con ella.
—Astrid, tengo que llevarte con un medico de inmediato tu cara no se nada bien, no soportaras ese dolor más.—Buker estaba realmente preocupado por lo que estaba sucediendo.
—Astrid se tiro a sus brazos y sintió su fuerte pecho, cálido y escucho los latidos del corazón de Buker, esos latidos la fueron tranquilizando poco a poco. hasta que el dolor fuer bajando.
Buker, no la rechazo, la abrazo con cuidado, para no lastimarla, si hubiera sido otra mujer la hubiera arrojado a un lado, pero ella era diferente a sus ojos.
Astrid, se dio cuenta que de verdad, necesita amar a Buker o moriría de dolor.
Ella no podía estar separa de ese hombre.
No sabia el porque, pero eso era así, solo sabia que su cabeza decía que tenia que amar a ese hombre, que apenas había conocido unos días antes.
Del cual no sabia nada y no estaba segura si tenia algo que ofrecerle o si talvez podía esperar que algún día la amara a ella.
EL RINCON VELVET VIOLETA
Dos días después del último encuentro con Buker, Astrid regresó a casa de la familia Templeton. Estaba como siempre su vieja abuela acosando a su madre, tratándola como la sirvienta de la casa, gritándole que las cosas no estaban bien hechas. Astrid de inmediato supo que se trataba de una venganza por hacerla que le pidiera disculpas delante de todos en la cena, pero eso no sería suficiente. Seguro que sería algo más lo que le tendría preparado. Ya había visto de lo que podría ser capaz esa señora abuela, pero no dejaría que le hiciera daño a su madre. Subió a dejar su mochila y a cambiarse de ropa para bajar y tratar de ayudar a su madre en algo para que ya no la estuviera perturbando esa señora vieja.
Cuando estaba bajando las escaleras, vio que una mujer muy parecida a su madre estaba entrando por la puerta principal de la casa.
Su madre está muy feliz de verla, y la llama de inmediato para presentarla.
—Astrid, mira, ella es tu abuela, mi madre, se llama Elizabeth.
—Oh hija, estoy tan feliz de que por fin te hayan encontrado; estábamos tan preocupados de que nunca pudiéramos verte de nuevo.
Astrid notó la diferencia entre esta abuela y la vieja abuela que tenía enfrente, esa que golpea a las personas. La madre de su madre era una mujer muy calmada y educada; además estaba llorando por verla y no la estaba insultando como la vieja abuela.
Le estaba gustando más su abuela materna que la vieja abuela; a esa se la dejaría sola para Mali, oda para ella.
Mientras se encontraban las tres sentadas en una salita cerca del recibidor, Nina le dijo a Emma que fuera a la cocina a preparar un te para su madre, que los sirvientes no sabían qué darle de tomar, ya que no conocían los gustos de ella, puesto que nunca los visitaba.
Emma estaba tan feliz de ver a su madre, que no tomó las debidas precauciones sobre si aquello fuera una treta de Nina, para cobrarse la humillación de haberla hecho que se disculpara por la bofetada que le había dado. Solo fue gustosa de preparar el te para su madre.
Cuando entró en la cocina, nunca se percató de cómo Nina le hacía enanas al ama de llaves para que hiciera algo, pero Astrid sí que lo vio. Por lo cual de inmediato se dio cuenta de que algo sucedería.
Y así fue; en cuestión de segundos, un fuerte estruendo sonó en la cocina.
Un grito que escuchó era de Emma, que estaba pálida al ver que se había caído un recipiente de la repisa donde se guardaba el té.
Mira lo que has hecho, Emma, ese frasco que has roto es una caja muy valiosa de un teté importado, que se le iba a regalar a un empresario, que tu suegro quiere que haga tratos con nuestras empresas. Tardó. Tardó casi un año en conseguirlo. Ahora conseguirlo. Ahora, ¿cómo serás capaz de conseguirlo?
Emma estaba segura de que se cobrara la humillación de alguna forma, pero tocando las cosas de su suegro y mucho menos las que tenían que usarse para darse a un hombre importante para realizar negocios, ese que era el punto más débil de su suegro, este de verdad que sería un gran problema. Ahora mismo no tenía ni idea de qué clase de té era ese que se había derramado por todo el piso y que era irrecuperable.
—¿Quién te es el que se cae ahora mismo por el piso? ¿Preguntó indignada la madre de Emma, al ver la forma transgresora en la que estaba tratando a su hija?
—¿Crees que con tu sueldo de maestra de universidad puedes si quieres comprar 30 gramos de sete? Estás loca si lo crees; es un te que se consigue solo con conexiones.
Elizabeth ahora sí que estaba más enojada por la forma en que estaba siendo tratada por esta mujer inculta y arrogante; solo lo que tenía era dinero, pero ni una pica de edición o conocimientos de cultura.
—Solo te estoy preguntando que me digas cual te es.
La vieja Nina dejó con total altanería: —El té de Hong Pao. Puedes conseguirlo y con tu pequeño salario pagarlo.
Astrid, que se encontraba con ellas, solo escuchaba lo que estaban hablando, pero en realidad para ella solo hablaban de un simple té sin importancia; para ella el nombre no significaba nada, así que se puso a pensar si en la tienda de* la gran salchicha* quizá pudiera conseguirlo.
Al día siguiente, lo primero que haría sería ir a preguntarle a Buker si tenía un poco de ese té. Anotaría el nombre y se lo preguntaría. Esperaba que el dinero que tenía le alcanzara para pagarlo, sino tendría que pedirle un poco más a Emma. No quería que su abuelo se enojara con sus padres por culpa de su abuela vieja.
Mientras Astrid divagaba en sus cosas, en su mundo.
Elizabeth le dijo a Emma, —Hija, no te preocupes, de alguna manera pagaremos el té, que necesita tu suegro.
—No es ese el punto madre, el problema es conseguirlo; mi suegro tardó mucho en conseguir este poco de té, es muy raro, y su precio está en casi 15 mil euros los 500 gramos. Si es que lo consiguiéramos.
Elizabet se sorprendió casi hasta las lágrimas al saber el precio de un poco de té; ¿cómo podrían valer tanto solo 500 gramos de unas yerbas?
Estaba segura de que esta había sido una trampa a manos de Nina. Nunca había querido a su hija, y ahora que tenía a su hija en sus manos era imposible que la quisiera más. Lo más seguro era que quisiera separarla de sus hijos de inmediato.
—No te preocupes, hija, tenemos unos pocos de ahorros, tu padre y yo; ya veremos cómo pagar esto, y hablaré con algunos conocidos que saben de herbolaría fina y veremos qué podemos hacer.
—Solo espero que mi suegro no se entere antes de que logremos traerlo de nuevo a casa.
Eso era mucho pedir teniendo en cuenta quién era su suegra. Ya tenía planeado todo y esa misma noche esperaba decirle todo a su esposo.
Astrid estaba decidida a ayudar a su madre; lástima que no tenía un número de teléfono como comunicarse con ese hombre de negro, sino podría preguntarle en ese mismo momento sobre el té, ho, pero ella tampoco tenía un teléfono.
Cielo, ahora tenía que resolver dos problemas; debería decirle a su madre que le compre un teléfono.
—Emma, me siento tan mal por venir y causarte este problema; sino hubiera venido no tendrías que preparar nada para mí.
—No, mamá, no te preocupes, esto ha sido un accidente; hablaré con Stephan y ya veremos cómo resolver el problema. Ahora mejor dime cómo está papá.
—Bueno, tu padre tiene días buenos y otros malos, en ocasiones me reconoce y en otros solo estás leyendo sin cesar sus antiguos libros como si quisiera encontrar algo que perdió, y no deja de decir que tiene que esconderte, que vendrán por ti.
—¿Aun sigue con esa obsesión de que me secuestraran?
—Lo sé, es una tontería, pero así es, además no concuerda con nada, porque él estaba aún sano cuando perdimos a Astrid, así que debería de decir el nombre de ella, no el tuyo.
—Quizás es solo su enfermedad la que lo hace más confuso; debería de ir a casa y llevar a Astrid para que la vea y pueda comprender que ella ya está de regreso; quizá pueda así recordar algo del pasado.
—Tony, lo ha estado tratando últimamente, pero dice que no ve mucha mejoría, aun cuando ha logrado utilizar el sistema de terapia impositiva para lograr que recuerde algunas cosas.
—Pensé que el doctor Anthony ya no se hacía cargo de él.
—Sí, así es, dejo de visitarlo por algunos años; se fue al extranjero a especializarse en la hipnoterapia, pero regresó y ahora lo está tratando de nuevo.
—¿Qué edad tiene ya, el doctor Anthony, ya?
—No es mayor de 32 años, comenzó siendo muy joven y fue considerado un genio en su generación.
—Sí lo recuerdo, pero había un niño que mi padre lo llamó el genio más joven de la historia y era mucho más joven que el doctor Anthony.
—Tienes razón, ese niño fue un alumno de tu padre. Tenía unos 8 años cuando comenzó a tomar clases en la universidad con tu padre. Era todo un erudito, de hecho nadie sabía que asistía a clase; era un secreto, un total hermetismo para el mundo; solo los profesores más sabios e importantes del país lo sabíamos, pero
Nunca estuve de acuerdo en eso. Sentí que lo estaban tratando como conejillo de Indias, para estudiar su cerebro y capacidad de aprendizaje. Nunca lo dejaron ser un niño normal. Solo recuerdo que cuando cumplió 14 años ya se había graduado de la universidad con los máximos honores y de repente desapareció.
Nunca más supimos de él. Todos los que participamos en aquel programa simplemente fuimos reubicados y tratados como si nunca hubiéramos existido, ni nosotros ni él. No sé, si estuviera vivo ahora mismo, ese chico debería de tener unos 26 años.
Astrid se encontraba cruzando la calle como lo había estado haciendo los últimos días, desde que conoció la tienda de *la salchicha feliz*.
Tenía toda la esperanza de que en la tienda el hombre raro tuviera el te que tanto necesitaba para poder ayudar a su madre, ya que no quería que sufriera a manos de la vieja señora abuela que tenía. En eso se encontraba cuando vio por el callejón un grupo de personas que corrían al final del mismo y le llamó la atención que eran todos de cabeza de llama de serillo, así que se dirigió a ese líder, para saber qué es lo que estaba pasando.
Siempre le habían enseñado en el orfanato que si pidió ayudar a un chico que estuviera en problemas lo hiciera, y en ese momento presintió que un chico seguro estaba en problemas, así que fue en ayuda de algún desconocido en apuros.
Al llegar vio un gran grupo de personas, todos con el mismo peinado, tanto hombres como mujeres, con los pelos teñidos de un rojo fuego intenso, y los hombres peinados con el pelo de punta o las mujeres con el pelo cuando era largo también lo tenían teñido del mismo color… Se veía un grupo tan pintoresco, que parecía una tribu de algún tipo cómico.
Pero Astrid no prestó atención a eso, sino que tenían rodeada a una chica que no tenía el pelo rojo, sino negro y le gritaban cosas por tener el pelo negro. Eso sí que le parecía raro, así que continuó caminando hacia el lugar para escuchar la conversación con más cuidado y atención.
—Te lo advertimos, Bertha, que no podías dejar de pertenecer al grupo de las flamas infernales; nunca, una vez que aceptas estar, nunca nos puedes abandonar, así que ¿tienes que traer el pelo rojo de nuevo o quieres que todos te golpeemos hasta la muerte?
—¿Es que no comprendes que ellos pueden matarte? —Le decía otra chica muy preocupada.
—Bertha, ¿no tienes miedo de que todos nosotros terminemos contigo?
La chica no respondía a las preguntas de los chicos que la increpaban porque había cambiado el color de su cabello, pero no podía fallarle de nuevo a su profesor que había gastado sus últimas monedas de fin de mes para comprar el tinte para que se cambiara de color el pelo. Sabía cuanto esfuerzo hacía el pobre del señor Tacher; hacía hasta lo imposible por ayudarla. Él casi se jubilaría dentro de nada; no tenía un auto; aún usaba su bicicleta vieja, que lo dejaba tirado en cualquier lugar. Ya era abuelo, y aún le daba todo su salario a su mujer, pero lo poco que se quedaba lo usaba para ayudar a sus alumnos más pobres, y ella era uno de esos alumnos.
No quería seguir fallándole más; esto se acababa aquí y ahora; superaría una paliza, unos pocos días en cama y listo, podría sobrevivir. Después podría seguir con su vida y salir adelante, para poder graduarse y tener una vida decente, como lo esperaba el profesor; una vida sin futuro, como muchos de estos chicos.
—Vamos, esto tiene que terminar; si me van a golpear por usar de nuevo mi ropa normal y el pelo de color negro, pues que así sea, no cambiaré mi forma de pensar.
—¿Jefe, qué hacemos, no quiere cambiar de idea?
De entre la multitud, salió el chico de pelo rojo peinado de punta, como si fuera una escoba, el que había visto a la entrada de la tienda de Buker y le había pedido ser su novio. Ese era el jefe de todos estos; nunca pensé que estos petirrojos tuvieran un jefe y fuera ese chico.
—Entonces tenemos que hacerlo que siempre hacemos con los que se atreven a dejarnos: la golpearemos durante 5 minutos, sin parar, entre todos.
Astrid no podía permitir eso; la matarían; seguro que esa chica, aun cuando parecía fuerte e incluso más alta que ella, no podría soportar golpes de 10 hombres.
Corrió y se interpuso en medio de todos los rojillos. Y comenzó a gritarles. —Como es posible que vayam a golpear a una sola mujer entre todos ustedes, eso no es normal.
—Quién eres tú, quieres ayudar a esta traidora, ¿eres su amiga?
Astrid pensó, ¿amiga?, no, no lo era; ella no tenía amigos, pero no importaba si en ese momento mentiría por salvarla. — Sí soy su amiga y la vine a ayudar.
—Niña, no mentas. Bertha no tiene amigas tan guapas como tú; ella solo tiene amigas tan feas como las que ves ahí —el chico señaló a todas las pelirrojas que se amontonaban en un círculo.
Todas las chicas se sintieron enojadas por las palabras de ese chico y menospreciaron a Astrid. —Y que si no soy una de pelo rojo, soy su amiga.
—Entonces tendrás que soportar la golpiza a su lado.
—No, esperen, hagamos un trato; si yo les gano a todos ustedes, la dejarán en paz. Ya no pertenecerá más al grupo de petirrojos.
Tos se rieron de las palabras de esa niña; la vieron alta, delgada, y se veía como si en cualquier momento se fuera a quebrar, de lo frágil que era; ¿cómo era posible que se atreviera a desafiarlos, si todos en la zona los temían?
Al ver lo valiente que era la chica, Claire, el jefe de la pandilla, se adelantó y le dijo: —Muy bien, si les ganas a todos ellos, serás el nuevo jefe de nuestra pandilla…
—Eso no me interesa, solo la libertad de ella.
—Muy bien, entonces pelemos.
—No, dame 15 minutos y regreso a pelear —les dijo Astrid y salió corriendo rumbo a *la salchicha feliz*.
*****
Entro como alma que llevaba el diablo.
—Hombre de negro, ayúdame, espero que sepas pelear, porque necesito un favor ahora mismo. Buker se sorprendió por las palabras de la niña y por lo agitada que estaba. Pensó que se encontraba en serios problemas, por lo cual saltó detrás del mostrador y ya estaba listo para atacar a quien estaba incordiando a la pequeña.
Farnel estaba en la trastienda y pensó que rezaría en su corazón por quien estuviera incordiando a esa pequeña, porque no quedaría ni el recuerdo de él si su jefe lo atrapaba. El mayor era un hombre aterrador cuando peleaba.
—¿Qué necesitas niña?
—¿Puedes mostrarme algunos movimientos contundentes para derrotar a unos chicos de manera rápida?
—¿Para qué quieres saber eso?
—No tengo tiempo de explicarte, ¿solo sabes o no hacerlo?, necesito que me los enseñes ya.
Búker, ya no preguntó más, la llevó tras la tienda y ahí estaba un espacio más amplio y le dijo que la tomaría por los brazos para que fuera más fácil mostrarle los movimientos de defensa. Farnel se sentó en una esquina, viendo cómo su jefe estaba enseñando a la niña algunos de los golpes más contundentes de las fuerzas especiales. Eran golpes para derribar de inmediato a los delincuentes sin darles tiempo a moverse. No esperaba que la niña los pudiera usar; incluso a él le había costado aprenderlos mucho tiempo. Pero si su jefe quería lucirse, que así sea, en 10 minutos ya había terminado.
—Gracias—Astrid salió corriendo de nuevo de la tienda, pero Buker le hizo una seña a Farnel para que la siguiera y cuidara de ella.
Cuando llegó al punto de encuentro, ya estaban todas flamitas, sentadas y dispersadas, pensando que los había engañado y tenían como reina a Bertha.
Corrió al medio del lugar y les dijo que comenzaran.
Todos se reunieron en posición de lucha, incluso Bertha, para ayudar a Astrid, ya que sabía que esa chica sería más golpeada que ella; por lo menos ella estaba acostumbrada a las luchas callejeras, pero esa chica parecía que nunca había peleado; de verdad que no comprendía porque la quería ayudar, pero estaba agradecida desde el fondo de su corazón de este acto de bondad.
Comenzó la lucha; todos los 10 hombres las atacaron sin medir cómo podrían acabar las mujeres, pero Astrid comenzó a aplicar cada uno de los ejemplos que había recibido de Buker y comenzó a golpear a los chicos con patas precisas, a levantarse por los aires y lanzarlos al suelo. A otro lo puso en el piso boca abajo, dañándole los morros, mientras levantaba la pierna tan alto que le rompió los dientes al que se lanzaba sobre ella. Rápidamente soltó a uno del piso y corrió para lanzar una patada voladora con giro a otro y un codazo a uno más, hasta terminar con todos tan rápido como comenzó la lucha…
Farnel estaba tan impresionado de que esa niña haya utilizado cada uno de los movimientos que Buker le enseño, que si no lo hubiera visto por con sus propios ojos hubiera pensado que había sido entrenada por el ejército, pero vio cómo ella no tenía conocimiento alguno de lucha, solo Buker le enseño cómo moverse hacia unos minutos.
¿Quién era esa niña?
Los chicos que se pelearon con Astrid estaban estupefactos por los acontecimientos que habían sucedido. ¿Cómo fue posible que una chica de la nada le hubiera ganado sin más? Eso de verdad, que había sido una humillación, que no se podía personar; además, su jefe había apostado su puesto; ¿eso quería decir que ahora ella era su nueva jefa? El muñeco estaba patas arriba; ¿qué sería de su pandilla? Ahora tendrían que bailar ballet y usar un tutu.
No podían soportar ser unos seres normales, si toda su vida habían sido unos renegados de las buenas costumbres.
—Has ganado, niña desconocida, Bertha; eres libre; nadie se meterá contigo a partir de ahora.
—Todos nosotros somos tus nuevos súbditos; eres nuestra nueva jefa. Dijo Claire. Quien hasta entonces había sido el jefe de la pandilla de las llamas de fuego.
—Yo no tengo tiempo de ser jefe de nadie, solo vi que estaba apunto de golpear a esta chica y eso no lo podía permitir, así que vine a ayudarla. Ahora llegaré tarde a casa, me voy.
Astrid se fue para recoger su mochila que había dejado en la entrada de la tienda de Buker.
Y lamentarse porque no había hecho lo que realmente era importante para ella; preguntarle a Buker por el té que necesita para que su madre no sea regañada por el viejo abuelo que tiene en casa. Tendría que regresar durante el descanso del almuerzo.
Sin más, se marchó rumbo a la escuela y entró en la álula. Tomó asiento en su lugar junto a la ventana que daba a los jardines. Ese lugar le agradaba porque le recordaba al orfanato, donde había crecido. Su habitación tenía una ventana que daba a los jardines. Y cuando se sentía un poco agobiada, veía los jardines y se tranquilizaba…
Sin pensarlo, esta mañana creía que había hecho una amiga. Esperaba poder verla de nuevo; recordaba que se llamaba Bertha; tal vez la vería en el almuerzo o al salir del colegio. También estaban las cabezas de perro, que ahora decían que ella era su jefe. No sabía si serían sus amigos; debería de preguntarles; así podría evaluar su avanzada en las relaciones sociales.
—Buenos días —saludó el profesor de lengua extranjera.
Todos estaban sacando su libro de lección, excepto Astrid, que estaba viendo al profesor con ojos de: ¿Quién es este tipo rubio con cara de extranjero?
Lo que en idioma de los demás significaba que Astrid no tenía la menor idea de lo que significa hablar en inglés, así que esperaban un buen espectáculo en la clase. Así dio inicio a la clase.
Comenzada la clase, solo se utilizó el idioma inglés, como era costumbre en el aula de alumnos de elite. De vez en cuando miraba a Astrid, quien permanecía con cara imperturbable; como siempre, el profesor estaba algo agobiado por lo que estaban haciendo los alumnos, así que comenzó a realizar preguntas sobre la clase. Y Mila no perdió la oportunidad para meterse en la bola del lío de preguntas a Astrid.
Lo que ninguno de los alumnos esperaba es que ella comenzara en un inglés británico perfecto a conversar con el profesor. Tan nítidamente, como si fuera su lengua materna, ya no eran preguntas, sino una conversación de cosas normales, como de donde venía, a qué se dedicaba, qué libros leía, que le gustaba, etc. Contaba rápidamente que varios de los alumnos no podían seguir el hilo de la conversación.
Eso hizo poner tan molesta a Mila y enojado a Denzel, quien hasta el momento era el que mejor conversaba, que estaba sintiéndose desplazado.
Al llegar a la clase de matemáticas sucedió de igual forma. Los dejo con la boca como si fuera un gran pozo que si lo hubieran abierto más podría entrar un elefante dentro, y de nuevo Mila y Denzel molestos hasta los huesos.
Al final de esta clase llegó la hora del almuerzo y Astrid fue a la tienda de la salchicha feliz. A cumplir su cometido principal de ese día.
Cuando la vio entrar Farnel, se sorprendió un poco, pues no era normal que fuera a esa hora.
—Hola, donde está ese hombre de negro, o tú puedes ayudarme, ¿venden té en tu tienda?
Que podía responder: en realidad nunca lo había tenido en la tienda; debería de tener algunas cajas para cuando la niña quisiera comprar. Eso lo tendría en cuenta, pensó Farnel. — ¿Qué clase de te quieres, niña?
—Bueno, uno que tiene un nombre algo raro, espera, ahora lo recuerdo. Té da Hong Pao, si ese es el nombre.
Casi se cae del asiento donde se encontraba el pobre hombre. Esta niña de verdad, que no tenía idea de lo que estaba pidiendo, ese te era una reliquia; solo el cuarto de ese te podría llegar a costar desde 7 mil euros hasta 9 mil euros, si es que se podía encontrar.
En ese momento salió de detrás de la tienda. Buker apreciaba que se acaba de duchar; tenía el pelo mojado y la camisa estaba abierta hasta casi la mitad del pecho; dejaba ver un fornido y muy marcado pecho lleno de músculos. Aparte traía puesto un pantalón de tipo militar que dejaba muy poco a la imaginación en cuanto a lo fornido y bien trabajado que estaba su cuerpo.
Farnel lo vio y hasta a él se le calló. Al verlo, parecía que se había puesto esa ropa a propósito solo para salir a ver a la niña; su jefe se estaba convirtiendo en un coqueto descarado. Sabia que había estado en una misión exprés y acaba de regresar y se está duchando, pero parece que salió como rayo, con solo escuchar la voz de la niña. ¿En qué hombre tan simple se está convirtiendo este mayor? Esto se lo contarían sus compañeros; era un buen tema de conversación para los fríos de vigilancia.
—Niña, ¿para qué quieres ese té?—preguntó Buker.
—Paso un accidente en casa y mi madre tiene que conseguirlo, para que el viejo de mi abuelo lo dé de regalo a un hombre con el que quiere hacer negocios; o regañarán a mi madre por causar la pérdida de ese té.
—Sí tenemos ese té, pero tienes que venir maña por él.
Farnel se quedó con la boca abierta hasta el piso, preguntándose de donde lo sacaría. Ese producto era muy escaso y en parte caro; solo se podía conseguir en subastas y no sabía de una ahora mismo.
—Aun no has tomado el almuerzo, ¿verdad niña?
—No, vine rápido para saber si podía comprar eso aquí.
—Siéntate y come con nosotros, después podrás ir de nuevo a la escuela.
******
Cuando Astrid se marchó de la tienda La salchicha feliz, Farnel no pudo más, y le preguntó a su jefe.
—Mayor, de donde sacará ese té que la niña quiere, no lo digo por el precio, eso es calderilla para usted, sino es complicado conseguirlo en tan poco tiempo.
—Eso es fácil. Ve a donde Maxwell. Él tiene un alijo de té. Da Hong Pao, dile que me debe mi regalo de cumpleaños y quiero eso.
—Pero ¿su cumpleaños no es hasta el próximo año?
—Y eso ¿qué importa? Solo ve y dile eso, él te dará lo que necesita la niña.
—Está bien, ahora mismo voy, y ¿tengo que hacerme pasar de nuevo por St Clair?
—Como siempre, nadie debe saber quien soy en realidad. Así que ve y haz bien tu trabajo y representa tu papel dignamente.
¿Qué problemas le causaba su jefe siempre? Tenía que ir a llevar esto, recoger aquello, matar a aquel, ocultar al otro, secuestrar a aquel, que complicada era su vida, y ahora recoger cosas. Para una niña pequeña que tal parecía le estaba empezando a gustar, pero no se quedaría así, su pecho no era bodega; los chismes eran para contarse.
Farnel se conectó de inmediato a la aplicación que usaban para comunicarse entre los del equipo de elite, para charlar en privado y comenzó a cotillear sobre su jefe y lo que estaba pasando con él y la niña del colegio de enfrente. Comenzó desde el día que le pidió que fuera su novio hasta el día de la pelea, sin dejar detalle. Las vecinas del barrio, de la vecindad de al lado, eran unas santas en comparación con aquellos hombres.
****
Astrid estaba un poco más calmada cuando regresó a la escuela. Ya había solucionado lo del té, así que esa noche se lo diría a su madre para que no se preocupara y así esa vieja enojona que tenía por abuela no la regañara.
Uno que no había preguntado cuánto costaría, esperaba que los 200 euros que tenía en su bolsillo le alcanzaran para pagar, si no tendría que pedirle dinero a su padre…
Si le preguntaba para qué era, como su madre no quería que se dieran cuenta del incidente, pues le diría que tenía un novio muy pobre y lo tenía que mantener, así que era para ayudarlo.
Si esa era una muy buena idea, además, ella misma había dicho que le pagaría a Buker por ser su novio y hasta ahora no le había dado nada y él siempre pagaba la comida que comía en su tienda.
Tenía que comenzar a ser más responsable de los gastos que estaba causándole al pobre de Buker; si no ganaba con su tienda, tampoco podía quitarle su dinero.
Terminaron las clases; sin mayor problema regresó a casa en compañía de su prima, la llorona Mila, y la dejó que fuera como siempre a quejarse con su abuela porque ella fue mejor en la clase de inglés.
No lograba comprender qué era lo que hacía mal para molestar a Mila. Ella solo respondía a lo que le preguntaban.
Subió a su habitación y vio que su abuela estaba con su madre que no había regresado a su casa aún, así que entró a saludarlas y comunicarles que solucionó el problema.
—Emma Tienes que armarte de valor y decirle a tu marido que quieres irte de esta casa ya, o terminarás sin esposo a este ritmo. Esa suegra tuya te quiere fuera de esta casa junto con tu hija y al paso que va lo logrará —le decía Elizabet a su hija.
—Madre, lo sé Astrid estaba lista para otro día de colegio, sin mayor preocupación que salir y entrar al auto que la conducía a ese colegio llamado Internacional. Sabía que estaría acompañada de la llorona de su prima, pero era algo que le parecía que no era nada importante en su vida, solo una pequeña molestia a soportar. Lo importante era llegar al colegio y tratar de aprender a socializar. Eso era lo principal en este periodo escolar, cuando su mentor en el orfanato le avisó de que habían encontrado a sus padres y le realizaron los estudios de sangre para saber si era compatible con el ADN de la pareja Templeton. Le dijo que tenía que ser paciente con ellos, que eran unas buenas personas, que no eran como ella.
Y que cuando se fuera del orfanato y pudiera asistir por primera vez a una escuela, tratara de socializar con otros chicos de su edad, hacer amigos, conversar, conocer más personas, porque ella solo conocía a personas mayores y ancianas. Una vez al pensar en eso, no veía ningún problema en eso. Todos los ancianos que había conocido eran muy buenas personas, eran tan gentiles y atentos con ella, y siempre había aprendido muchas cosas de todas las personas con las que convivió.
Pero esa abuela que le tocó tener era una vieja de muy mala leche, diferente a los demás ancianos que había visto. Quizás ella era así, porque cuando fue joven nadie la quiso.
Uysss, ¿y si por eso su mentor, el señor Travis, por eso quería que ella conviviera con gente de su edad, para que no se convirtiera en una anciana como su abuela?…
No, ella no quería ser así de mala y odiosa como su abuela, no, no señor, ella no sería así, sería como los viejitos amables que siempre la habían ayudado a ella.
Su primera meta este día sería observar cómo se comportan los demás para tratar de hacer amigos. Sí, eso es lo que haría, solo observar. No creía que pidiera llegara a tanto como hablar con alguien.
Astrid estaba realmente pensativa en sus planes, que no sintió cuando subió al auto, Mila, y arranco, el chofer rumbo a la escuela, sino hasta que vio pasar por la ventanilla las calles.
No se había dado cuenta ni de esta mañana no le dolía el pecho, ni da de eso, quizás solo había sido una coincidencia los otros días, ya no era necesario visitar al hombre de la tienda de la salchicha grande.
Si así fuera, entonces su vida no estaba atada a amar a nadie, solo vivir para sus investigaciones y la Universidad. eso seria una maravilla para ella, ya no escucharía mas esa voz que le decía, que moriría si no amaba a Buker St Clair, porque esa misión le estaba resultando mas complicada que la que le había dado su mentor del orfanato, lograba comprender muy bien que hacer para enamorarse, solo sabia que si estaba al lado de ese hombre el dolor de su corazón se calmaba, si tocaba su mano, sentía que su alma se calentaba,
Si escuchaba su voz, su mente se tranquilizaba, era algo que nunca antes le había pasado, hasta que lo vio por primera vez.
Astrid ahora mismo estaba hecha un lio, no sabia si incluir como tema de investigación, la necesidad de amar a Buker, si le dolía de nuevo el Corazón al verlo lo haría, investigaría como es amarlo. Ella era muy joven para morir.
****
—Cuando llegaron a la calle donde estaba situada la tienda de Buker, Astrid vio al mismo chico que había visto antes, al del pelo rojo fuego, pero ahora se encontraba corriendo como si lo fueran a alcanzar, y era verdad, una banda de chicos vestidos de diferentes formas pero todos con pelos color fuego lo coreaban, era un espéctalo tan ridículo de ver, que de repente le vino a la cabeza un grupo de pequeños cerillo encendidos y jugando en grupo a persiguiéndose, hasta la idea se le hizo loca.
Bajo del auto a las afueras del colegio y no dijo nada mas solo se cruzo la calle y fue a donde estaba la salchicha feliz, a ver a Buker tenia que comprobar que no sentía nada.
Cuando entro en la tienda, vio de nuevo como siempre al tipo alto, sentado en un roncón del local, leyendo, parecía que no hacia nada mas que eso, además no veía que se vendiera nada, el pobre seguro que no obtenía ganancias de ese lugar.
Ya le preguntaría como hacia para ganarse la vida de verdad, porque de ahí seguro que no sacaba ni para un refresco.
—Por otro lado Buker vio entra de nuevo a la niña, a la cual ya se estaba acostumbrando a ver por las mañanas en el local de esta tienda tapadera, no le molestaba verla, todo lo contrario le gustaba que viniera, era una chica muy atractiva, además de que era muy ingenua, si no viniera mandaría a Farnel a buscarla, para saber que estaba bien, tenia miedo de que llegara a pasara algo.
Sabia muy bien que no debería dejar que ella estuviera mucho tiempo aquí, este lugar era un pasatiempo, para poder descubrir a un grupo que se había internado en el país de forma clandestina para robar información secreta, que tenia que ver con seguridad nacional, se habían encontrado pistas de que se encontraban en esta zona del país y por eso el decidió tomar el caso en sus propias manos.
Pero de verdad que era imposible alejar a esta niña de su lado. Un mas desde el momento en que le pidió que fuera su novio, en toda su vida jamás le habían pedido eso, bueno no de esa manera. Siempre había valorado las relaciones sociales y era uno de los hombres más deseados de la nación como cónyuge. Sin embargo, no le importaba en ningún momento, no le atraían las mujeres que se alimentaban solas en una bandeja de plata, desnudas y listas, para... Pensé en los globos que Farnel había tenido aquí hace unos días.
Sin embargo, Astrid tenía algo que le impresionaba mucho: era muy inteligente. Si alguien no prestara atención, pensaría que era una niña tonta o distraída, pero no era así. Ya había visto cómo podía observar las cosas en detalle, captar lo mínimo, pero para otras cosas, era muy ingenua. Quizás eso era lo que le gustaba de ella.
Astrid preguntó: "¿Acaso sigues sin hacer nada hoy?"
Buker respondió— ¿De nuevo llegaras tarde a clases hoy?
—No lo hare solo vine a verte, para saber si mi corazón estaba bien o dolería si no te veía.
—Niña puedes verme cuantas veces quieras, solo no dejes que se haga tarde para llegar a la escuela.
Astrid sintió de nuevo esa opresión en su pecho, y el dolor agudo que punzaba como mil agujas en su corazón, y una vocecita, repitiéndole en su cabeza, \
Buker vio la cara de dolor en Astrid, pero esta vez era mucho mas marcada que la primera vez que la vio, cuando le pidió que fueran novios.
—Astrid, ¿te encuentras bien, necesitas, algo, quieres una pastilla para el dolor?
—Solo necesito que me des tu mano.
De inmediato Buker le dio su mano, pero no aminoro el dolor en el rostro de Astrid, algo anda mal con ella.
—Astrid, tengo que llevarte con un medico de inmediato tu cara no se nada bien, no soportaras ese dolor más.—Buker estaba realmente preocupado por lo que estaba sucediendo.
—Astrid se tiro a sus brazos y sintió su fuerte pecho, cálido y escucho los latidos del corazón de Buker, esos latidos la fueron tranquilizando poco a poco. hasta que el dolor fuer bajando.
Buker, no la rechazo, la abrazo con cuidado, para no lastimarla, si hubiera sido otra mujer la hubiera arrojado a un lado, pero ella era diferente a sus ojos.
Astrid, se dio cuenta que de verdad, necesita amar a Buker o moriría de dolor.
Ella no podía estar separa de ese hombre.
No sabia el porque, pero eso era así, solo sabia que su cabeza decía que tenia que amar a ese hombre, que apenas había conocido unos días antes.
Del cual no sabia nada y no estaba segura si tenia algo que ofrecerle o si talvez podía esperar que algún día la amara a ella.
EL RINCON VELVET VIOLETA
Dos días después del último encuentro con Buker, Astrid regresó a casa de la familia Templeton. Estaba como siempre su vieja abuela acosando a su madre, tratándola como la sirvienta de la casa, gritándole que las cosas no estaban bien hechas. Astrid de inmediato supo que se trataba de una venganza por hacerla que le pidiera disculpas delante de todos en la cena, pero eso no sería suficiente. Seguro que sería algo más lo que le tendría preparado. Ya había visto de lo que podría ser capaz esa señora abuela, pero no dejaría que le hiciera daño a su madre. Subió a dejar su mochila y a cambiarse de ropa para bajar y tratar de ayudar a su madre en algo para que ya no la estuviera perturbando esa señora vieja.
Cuando estaba bajando las escaleras, vio que una mujer muy parecida a su madre estaba entrando por la puerta principal de la casa.
Su madre está muy feliz de verla, y la llama de inmediato para presentarla.
—Astrid, mira, ella es tu abuela, mi madre, se llama Elizabeth.
—Oh hija, estoy tan feliz de que por fin te hayan encontrado; estábamos tan preocupados de que nunca pudiéramos verte de nuevo.
Astrid notó la diferencia entre esta abuela y la vieja abuela que tenía enfrente, esa que golpea a las personas. La madre de su madre era una mujer muy calmada y educada; además estaba llorando por verla y no la estaba insultando como la vieja abuela.
Le estaba gustando más su abuela materna que la vieja abuela; a esa se la dejaría sola para Mali, oda para ella.
Mientras se encontraban las tres sentadas en una salita cerca del recibidor, Nina le dijo a Emma que fuera a la cocina a preparar un te para su madre, que los sirvientes no sabían qué darle de tomar, ya que no conocían los gustos de ella, puesto que nunca los visitaba.
Emma estaba tan feliz de ver a su madre, que no tomó las debidas precauciones sobre si aquello fuera una treta de Nina, para cobrarse la humillación de haberla hecho que se disculpara por la bofetada que le había dado. Solo fue gustosa de preparar el te para su madre.
Cuando entró en la cocina, nunca se percató de cómo Nina le hacía enanas al ama de llaves para que hiciera algo, pero Astrid sí que lo vio. Por lo cual de inmediato se dio cuenta de que algo sucedería.
Y así fue; en cuestión de segundos, un fuerte estruendo sonó en la cocina.
Un grito que escuchó era de Emma, que estaba pálida al ver que se había caído un recipiente de la repisa donde se guardaba el té.
Mira lo que has hecho, Emma, ese frasco que has roto es una caja muy valiosa de un teté importado, que se le iba a regalar a un empresario, que tu suegro quiere que haga tratos con nuestras empresas. Tardó. Tardó casi un año en conseguirlo. Ahora conseguirlo. Ahora, ¿cómo serás capaz de conseguirlo?
Emma estaba segura de que se cobrara la humillación de alguna forma, pero tocando las cosas de su suegro y mucho menos las que tenían que usarse para darse a un hombre importante para realizar negocios, ese que era el punto más débil de su suegro, este de verdad que sería un gran problema. Ahora mismo no tenía ni idea de qué clase de té era ese que se había derramado por todo el piso y que era irrecuperable.
—¿Quién te es el que se cae ahora mismo por el piso? ¿Preguntó indignada la madre de Emma, al ver la forma transgresora en la que estaba tratando a su hija?
—¿Crees que con tu sueldo de maestra de universidad puedes si quieres comprar 30 gramos de sete? Estás loca si lo crees; es un te que se consigue solo con conexiones.
Elizabeth ahora sí que estaba más enojada por la forma en que estaba siendo tratada por esta mujer inculta y arrogante; solo lo que tenía era dinero, pero ni una pica de edición o conocimientos de cultura.
—Solo te estoy preguntando que me digas cual te es.
La vieja Nina dejó con total altanería: —El té de Hong Pao. Puedes conseguirlo y con tu pequeño salario pagarlo.
Astrid, que se encontraba con ellas, solo escuchaba lo que estaban hablando, pero en realidad para ella solo hablaban de un simple té sin importancia; para ella el nombre no significaba nada, así que se puso a pensar si en la tienda de* la gran salchicha* quizá pudiera conseguirlo.
Al día siguiente, lo primero que haría sería ir a preguntarle a Buker si tenía un poco de ese té. Anotaría el nombre y se lo preguntaría. Esperaba que el dinero que tenía le alcanzara para pagarlo, sino tendría que pedirle un poco más a Emma. No quería que su abuelo se enojara con sus padres por culpa de su abuela vieja.
Mientras Astrid divagaba en sus cosas, en su mundo.
Elizabeth le dijo a Emma, —Hija, no te preocupes, de alguna manera pagaremos el té, que necesita tu suegro.
—No es ese el punto madre, el problema es conseguirlo; mi suegro tardó mucho en conseguir este poco de té, es muy raro, y su precio está en casi 15 mil euros los 500 gramos. Si es que lo consiguiéramos.
Elizabet se sorprendió casi hasta las lágrimas al saber el precio de un poco de té; ¿cómo podrían valer tanto solo 500 gramos de unas yerbas?
Estaba segura de que esta había sido una trampa a manos de Nina. Nunca había querido a su hija, y ahora que tenía a su hija en sus manos era imposible que la quisiera más. Lo más seguro era que quisiera separarla de sus hijos de inmediato.
—No te preocupes, hija, tenemos unos pocos de ahorros, tu padre y yo; ya veremos cómo pagar esto, y hablaré con algunos conocidos que saben de herbolaría fina y veremos qué podemos hacer.
—Solo espero que mi suegro no se entere antes de que logremos traerlo de nuevo a casa.
Eso era mucho pedir teniendo en cuenta quién era su suegra. Ya tenía planeado todo y esa misma noche esperaba decirle todo a su esposo.
Astrid estaba decidida a ayudar a su madre; lástima que no tenía un número de teléfono como comunicarse con ese hombre de negro, sino podría preguntarle en ese mismo momento sobre el té, ho, pero ella tampoco tenía un teléfono.
Cielo, ahora tenía que resolver dos problemas; debería decirle a su madre que le compre un teléfono.
—Emma, me siento tan mal por venir y causarte este problema; sino hubiera venido no tendrías que preparar nada para mí.
—No, mamá, no te preocupes, esto ha sido un accidente; hablaré con Stephan y ya veremos cómo resolver el problema. Ahora mejor dime cómo está papá.
—Bueno, tu padre tiene días buenos y otros malos, en ocasiones me reconoce y en otros solo estás leyendo sin cesar sus antiguos libros como si quisiera encontrar algo que perdió, y no deja de decir que tiene que esconderte, que vendrán por ti.
—¿Aun sigue con esa obsesión de que me secuestraran?
—Lo sé, es una tontería, pero así es, además no concuerda con nada, porque él estaba aún sano cuando perdimos a Astrid, así que debería de decir el nombre de ella, no el tuyo.
—Quizás es solo su enfermedad la que lo hace más confuso; debería de ir a casa y llevar a Astrid para que la vea y pueda comprender que ella ya está de regreso; quizá pueda así recordar algo del pasado.
—Tony, lo ha estado tratando últimamente, pero dice que no ve mucha mejoría, aun cuando ha logrado utilizar el sistema de terapia impositiva para lograr que recuerde algunas cosas.
—Pensé que el doctor Anthony ya no se hacía cargo de él.
—Sí, así es, dejo de visitarlo por algunos años; se fue al extranjero a especializarse en la hipnoterapia, pero regresó y ahora lo está tratando de nuevo.
—¿Qué edad tiene ya, el doctor Anthony, ya?
—No es mayor de 32 años, comenzó siendo muy joven y fue considerado un genio en su generación.
—Sí lo recuerdo, pero había un niño que mi padre lo llamó el genio más joven de la historia y era mucho más joven que el doctor Anthony.
—Tienes razón, ese niño fue un alumno de tu padre. Tenía unos 8 años cuando comenzó a tomar clases en la universidad con tu padre. Era todo un erudito, de hecho nadie sabía que asistía a clase; era un secreto, un total hermetismo para el mundo; solo los profesores más sabios e importantes del país lo sabíamos, pero
Nunca estuve de acuerdo en eso. Sentí que lo estaban tratando como conejillo de Indias, para estudiar su cerebro y capacidad de aprendizaje. Nunca lo dejaron ser un niño normal. Solo recuerdo que cuando cumplió 14 años ya se había graduado de la universidad con los máximos honores y de repente desapareció.
Nunca más supimos de él. Todos los que participamos en aquel programa simplemente fuimos reubicados y tratados como si nunca hubiéramos existido, ni nosotros ni él. No sé, si estuviera vivo ahora mismo, ese chico debería de tener unos 26 años.
Astrid se encontraba cruzando la calle como lo había estado haciendo los últimos días, desde que conoció la tienda de *la salchicha feliz*.
Tenía toda la esperanza de que en la tienda el hombre raro tuviera el te que tanto necesitaba para poder ayudar a su madre, ya que no quería que sufriera a manos de la vieja señora abuela que tenía. En eso se encontraba cuando vio por el callejón un grupo de personas que corrían al final del mismo y le llamó la atención que eran todos de cabeza de llama de serillo, así que se dirigió a ese líder, para saber qué es lo que estaba pasando.
Siempre le habían enseñado en el orfanato que si pidió ayudar a un chico que estuviera en problemas lo hiciera, y en ese momento presintió que un chico seguro estaba en problemas, así que fue en ayuda de algún desconocido en apuros.
Al llegar vio un gran grupo de personas, todos con el mismo peinado, tanto hombres como mujeres, con los pelos teñidos de un rojo fuego intenso, y los hombres peinados con el pelo de punta o las mujeres con el pelo cuando era largo también lo tenían teñido del mismo color… Se veía un grupo tan pintoresco, que parecía una tribu de algún tipo cómico.
Pero Astrid no prestó atención a eso, sino que tenían rodeada a una chica que no tenía el pelo rojo, sino negro y le gritaban cosas por tener el pelo negro. Eso sí que le parecía raro, así que continuó caminando hacia el lugar para escuchar la conversación con más cuidado y atención.
—Te lo advertimos, Bertha, que no podías dejar de pertenecer al grupo de las flamas infernales; nunca, una vez que aceptas estar, nunca nos puedes abandonar, así que ¿tienes que traer el pelo rojo de nuevo o quieres que todos te golpeemos hasta la muerte?
—¿Es que no comprendes que ellos pueden matarte? —Le decía otra chica muy preocupada.
—Bertha, ¿no tienes miedo de que todos nosotros terminemos contigo?
La chica no respondía a las preguntas de los chicos que la increpaban porque había cambiado el color de su cabello, pero no podía fallarle de nuevo a su profesor que había gastado sus últimas monedas de fin de mes para comprar el tinte para que se cambiara de color el pelo. Sabía cuanto esfuerzo hacía el pobre del señor Tacher; hacía hasta lo imposible por ayudarla. Él casi se jubilaría dentro de nada; no tenía un auto; aún usaba su bicicleta vieja, que lo dejaba tirado en cualquier lugar. Ya era abuelo, y aún le daba todo su salario a su mujer, pero lo poco que se quedaba lo usaba para ayudar a sus alumnos más pobres, y ella era uno de esos alumnos.
No quería seguir fallándole más; esto se acababa aquí y ahora; superaría una paliza, unos pocos días en cama y listo, podría sobrevivir. Después podría seguir con su vida y salir adelante, para poder graduarse y tener una vida decente, como lo esperaba el profesor; una vida sin futuro, como muchos de estos chicos.
—Vamos, esto tiene que terminar; si me van a golpear por usar de nuevo mi ropa normal y el pelo de color negro, pues que así sea, no cambiaré mi forma de pensar.
—¿Jefe, qué hacemos, no quiere cambiar de idea?
De entre la multitud, salió el chico de pelo rojo peinado de punta, como si fuera una escoba, el que había visto a la entrada de la tienda de Buker y le había pedido ser su novio. Ese era el jefe de todos estos; nunca pensé que estos petirrojos tuvieran un jefe y fuera ese chico.
—Entonces tenemos que hacerlo que siempre hacemos con los que se atreven a dejarnos: la golpearemos durante 5 minutos, sin parar, entre todos.
Astrid no podía permitir eso; la matarían; seguro que esa chica, aun cuando parecía fuerte e incluso más alta que ella, no podría soportar golpes de 10 hombres.
Corrió y se interpuso en medio de todos los rojillos. Y comenzó a gritarles. —Como es posible que vayam a golpear a una sola mujer entre todos ustedes, eso no es normal.
—Quién eres tú, quieres ayudar a esta traidora, ¿eres su amiga?
Astrid pensó, ¿amiga?, no, no lo era; ella no tenía amigos, pero no importaba si en ese momento mentiría por salvarla. — Sí soy su amiga y la vine a ayudar.
—Niña, no mentas. Bertha no tiene amigas tan guapas como tú; ella solo tiene amigas tan feas como las que ves ahí —el chico señaló a todas las pelirrojas que se amontonaban en un círculo.
Todas las chicas se sintieron enojadas por las palabras de ese chico y menospreciaron a Astrid. —Y que si no soy una de pelo rojo, soy su amiga.
—Entonces tendrás que soportar la golpiza a su lado.
—No, esperen, hagamos un trato; si yo les gano a todos ustedes, la dejarán en paz. Ya no pertenecerá más al grupo de petirrojos.
Tos se rieron de las palabras de esa niña; la vieron alta, delgada, y se veía como si en cualquier momento se fuera a quebrar, de lo frágil que era; ¿cómo era posible que se atreviera a desafiarlos, si todos en la zona los temían?
Al ver lo valiente que era la chica, Claire, el jefe de la pandilla, se adelantó y le dijo: —Muy bien, si les ganas a todos ellos, serás el nuevo jefe de nuestra pandilla…
—Eso no me interesa, solo la libertad de ella.
—Muy bien, entonces pelemos.
—No, dame 15 minutos y regreso a pelear —les dijo Astrid y salió corriendo rumbo a *la salchicha feliz*.
*****
Entro como alma que llevaba el diablo.
—Hombre de negro, ayúdame, espero que sepas pelear, porque necesito un favor ahora mismo. Buker se sorprendió por las palabras de la niña y por lo agitada que estaba. Pensó que se encontraba en serios problemas, por lo cual saltó detrás del mostrador y ya estaba listo para atacar a quien estaba incordiando a la pequeña.
Farnel estaba en la trastienda y pensó que rezaría en su corazón por quien estuviera incordiando a esa pequeña, porque no quedaría ni el recuerdo de él si su jefe lo atrapaba. El mayor era un hombre aterrador cuando peleaba.
—¿Qué necesitas niña?
—¿Puedes mostrarme algunos movimientos contundentes para derrotar a unos chicos de manera rápida?
—¿Para qué quieres saber eso?
—No tengo tiempo de explicarte, ¿solo sabes o no hacerlo?, necesito que me los enseñes ya.
Búker, ya no preguntó más, la llevó tras la tienda y ahí estaba un espacio más amplio y le dijo que la tomaría por los brazos para que fuera más fácil mostrarle los movimientos de defensa. Farnel se sentó en una esquina, viendo cómo su jefe estaba enseñando a la niña algunos de los golpes más contundentes de las fuerzas especiales. Eran golpes para derribar de inmediato a los delincuentes sin darles tiempo a moverse. No esperaba que la niña los pudiera usar; incluso a él le había costado aprenderlos mucho tiempo. Pero si su jefe quería lucirse, que así sea, en 10 minutos ya había terminado.
—Gracias—Astrid salió corriendo de nuevo de la tienda, pero Buker le hizo una seña a Farnel para que la siguiera y cuidara de ella.
Cuando llegó al punto de encuentro, ya estaban todas flamitas, sentadas y dispersadas, pensando que los había engañado y tenían como reina a Bertha.
Corrió al medio del lugar y les dijo que comenzaran.
Todos se reunieron en posición de lucha, incluso Bertha, para ayudar a Astrid, ya que sabía que esa chica sería más golpeada que ella; por lo menos ella estaba acostumbrada a las luchas callejeras, pero esa chica parecía que nunca había peleado; de verdad que no comprendía porque la quería ayudar, pero estaba agradecida desde el fondo de su corazón de este acto de bondad.
Comenzó la lucha; todos los 10 hombres las atacaron sin medir cómo podrían acabar las mujeres, pero Astrid comenzó a aplicar cada uno de los ejemplos que había recibido de Buker y comenzó a golpear a los chicos con patas precisas, a levantarse por los aires y lanzarlos al suelo. A otro lo puso en el piso boca abajo, dañándole los morros, mientras levantaba la pierna tan alto que le rompió los dientes al que se lanzaba sobre ella. Rápidamente soltó a uno del piso y corrió para lanzar una patada voladora con giro a otro y un codazo a uno más, hasta terminar con todos tan rápido como comenzó la lucha…
Farnel estaba tan impresionado de que esa niña haya utilizado cada uno de los movimientos que Buker le enseño, que si no lo hubiera visto por con sus propios ojos hubiera pensado que había sido entrenada por el ejército, pero vio cómo ella no tenía conocimiento alguno de lucha, solo Buker le enseño cómo moverse hacia unos minutos.
¿Quién era esa niña?
Los chicos que se pelearon con Astrid estaban estupefactos por los acontecimientos que habían sucedido. ¿Cómo fue posible que una chica de la nada le hubiera ganado sin más? Eso de verdad, que había sido una humillación, que no se podía personar; además, su jefe había apostado su puesto; ¿eso quería decir que ahora ella era su nueva jefa? El muñeco estaba patas arriba; ¿qué sería de su pandilla? Ahora tendrían que bailar ballet y usar un tutu.
No podían soportar ser unos seres normales, si toda su vida habían sido unos renegados de las buenas costumbres.
—Has ganado, niña desconocida, Bertha; eres libre; nadie se meterá contigo a partir de ahora.
—Todos nosotros somos tus nuevos súbditos; eres nuestra nueva jefa. Dijo Claire. Quien hasta entonces había sido el jefe de la pandilla de las llamas de fuego.
—Yo no tengo tiempo de ser jefe de nadie, solo vi que estaba apunto de golpear a esta chica y eso no lo podía permitir, así que vine a ayudarla. Ahora llegaré tarde a casa, me voy.
Astrid se fue para recoger su mochila que había dejado en la entrada de la tienda de Buker.
Y lamentarse porque no había hecho lo que realmente era importante para ella; preguntarle a Buker por el té que necesita para que su madre no sea regañada por el viejo abuelo que tiene en casa. Tendría que regresar durante el descanso del almuerzo.
Sin más, se marchó rumbo a la escuela y entró en la álula. Tomó asiento en su lugar junto a la ventana que daba a los jardines. Ese lugar le agradaba porque le recordaba al orfanato, donde había crecido. Su habitación tenía una ventana que daba a los jardines. Y cuando se sentía un poco agobiada, veía los jardines y se tranquilizaba…
Sin pensarlo, esta mañana creía que había hecho una amiga. Esperaba poder verla de nuevo; recordaba que se llamaba Bertha; tal vez la vería en el almuerzo o al salir del colegio. También estaban las cabezas de perro, que ahora decían que ella era su jefe. No sabía si serían sus amigos; debería de preguntarles; así podría evaluar su avanzada en las relaciones sociales.
—Buenos días —saludó el profesor de lengua extranjera.
Todos estaban sacando su libro de lección, excepto Astrid, que estaba viendo al profesor con ojos de: ¿Quién es este tipo rubio con cara de extranjero?
Lo que en idioma de los demás significaba que Astrid no tenía la menor idea de lo que significa hablar en inglés, así que esperaban un buen espectáculo en la clase. Así dio inicio a la clase.
Comenzada la clase, solo se utilizó el idioma inglés, como era costumbre en el aula de alumnos de elite. De vez en cuando miraba a Astrid, quien permanecía con cara imperturbable; como siempre, el profesor estaba algo agobiado por lo que estaban haciendo los alumnos, así que comenzó a realizar preguntas sobre la clase. Y Mila no perdió la oportunidad para meterse en la bola del lío de preguntas a Astrid.
Lo que ninguno de los alumnos esperaba es que ella comenzara en un inglés británico perfecto a conversar con el profesor. Tan nítidamente, como si fuera su lengua materna, ya no eran preguntas, sino una conversación de cosas normales, como de donde venía, a qué se dedicaba, qué libros leía, que le gustaba, etc. Contaba rápidamente que varios de los alumnos no podían seguir el hilo de la conversación.
Eso hizo poner tan molesta a Mila y enojado a Denzel, quien hasta el momento era el que mejor conversaba, que estaba sintiéndose desplazado.
Al llegar a la clase de matemáticas sucedió de igual forma. Los dejo con la boca como si fuera un gran pozo que si lo hubieran abierto más podría entrar un elefante dentro, y de nuevo Mila y Denzel molestos hasta los huesos.
Al final de esta clase llegó la hora del almuerzo y Astrid fue a la tienda de la salchicha feliz. A cumplir su cometido principal de ese día.
Cuando la vio entrar Farnel, se sorprendió un poco, pues no era normal que fuera a esa hora.
—Hola, donde está ese hombre de negro, o tú puedes ayudarme, ¿venden té en tu tienda?
Que podía responder: en realidad nunca lo había tenido en la tienda; debería de tener algunas cajas para cuando la niña quisiera comprar. Eso lo tendría en cuenta, pensó Farnel. — ¿Qué clase de te quieres, niña?
—Bueno, uno que tiene un nombre algo raro, espera, ahora lo recuerdo. Té da Hong Pao, si ese es el nombre.
Casi se cae del asiento donde se encontraba el pobre hombre. Esta niña de verdad, que no tenía idea de lo que estaba pidiendo, ese te era una reliquia; solo el cuarto de ese te podría llegar a costar desde 7 mil euros hasta 9 mil euros, si es que se podía encontrar.
En ese momento salió de detrás de la tienda. Buker apreciaba que se acaba de duchar; tenía el pelo mojado y la camisa estaba abierta hasta casi la mitad del pecho; dejaba ver un fornido y muy marcado pecho lleno de músculos. Aparte traía puesto un pantalón de tipo militar que dejaba muy poco a la imaginación en cuanto a lo fornido y bien trabajado que estaba su cuerpo.
Farnel lo vio y hasta a él se le calló. Al verlo, parecía que se había puesto esa ropa a propósito solo para salir a ver a la niña; su jefe se estaba convirtiendo en un coqueto descarado. Sabia que había estado en una misión exprés y acaba de regresar y se está duchando, pero parece que salió como rayo, con solo escuchar la voz de la niña. ¿En qué hombre tan simple se está convirtiendo este mayor? Esto se lo contarían sus compañeros; era un buen tema de conversación para los fríos de vigilancia.
—Niña, ¿para qué quieres ese té?—preguntó Buker.
—Paso un accidente en casa y mi madre tiene que conseguirlo, para que el viejo de mi abuelo lo dé de regalo a un hombre con el que quiere hacer negocios; o regañarán a mi madre por causar la pérdida de ese té.
—Sí tenemos ese té, pero tienes que venir maña por él.
Farnel se quedó con la boca abierta hasta el piso, preguntándose de donde lo sacaría. Ese producto era muy escaso y en parte caro; solo se podía conseguir en subastas y no sabía de una ahora mismo.
—Aun no has tomado el almuerzo, ¿verdad niña?
—No, vine rápido para saber si podía comprar eso aquí.
—Siéntate y come con nosotros, después podrás ir de nuevo a la escuela.
******
Cuando Astrid se marchó de la tienda La salchicha feliz, Farnel no pudo más, y le preguntó a su jefe.
—Mayor, de donde sacará ese té que la niña quiere, no lo digo por el precio, eso es calderilla para usted, sino es complicado conseguirlo en tan poco tiempo.
—Eso es fácil. Ve a donde Maxwell. Él tiene un alijo de té. Da Hong Pao, dile que me debe mi regalo de cumpleaños y quiero eso.
—Pero ¿su cumpleaños no es hasta el próximo año?
—Y eso ¿qué importa? Solo ve y dile eso, él te dará lo que necesita la niña.
—Está bien, ahora mismo voy, y ¿tengo que hacerme pasar de nuevo por St Clair?
—Como siempre, nadie debe saber quien soy en realidad. Así que ve y haz bien tu trabajo y representa tu papel dignamente.
¿Qué problemas le causaba su jefe siempre? Tenía que ir a llevar esto, recoger aquello, matar a aquel, ocultar al otro, secuestrar a aquel, que complicada era su vida, y ahora recoger cosas. Para una niña pequeña que tal parecía le estaba empezando a gustar, pero no se quedaría así, su pecho no era bodega; los chismes eran para contarse.
Farnel se conectó de inmediato a la aplicación que usaban para comunicarse entre los del equipo de elite, para charlar en privado y comenzó a cotillear sobre su jefe y lo que estaba pasando con él y la niña del colegio de enfrente. Comenzó desde el día que le pidió que fuera su novio hasta el día de la pelea, sin dejar detalle. Las vecinas del barrio, de la vecindad de al lado, eran unas santas en comparación con aquellos hombres.
****
Astrid estaba un poco más calmada cuando regresó a la escuela. Ya había solucionado lo del té, así que esa noche se lo diría a su madre para que no se preocupara y así esa vieja enojona que tenía por abuela no la regañara.
Uno que no había preguntado cuánto costaría, esperaba que los 200 euros que tenía en su bolsillo le alcanzaran para pagar, si no tendría que pedirle dinero a su padre…
Si le preguntaba para qué era, como su madre no quería que se dieran cuenta del incidente, pues le diría que tenía un novio muy pobre y lo tenía que mantener, así que era para ayudarlo.
Si esa era una muy buena idea, además, ella misma había dicho que le pagaría a Buker por ser su novio y hasta ahora no le había dado nada y él siempre pagaba la comida que comía en su tienda.
Tenía que comenzar a ser más responsable de los gastos que estaba causándole al pobre de Buker; si no ganaba con su tienda, tampoco podía quitarle su dinero.
Terminaron las clases; sin mayor problema regresó a casa en compañía de su prima, la llorona Mila, y la dejó que fuera como siempre a quejarse con su abuela porque ella fue mejor en la clase de inglés.
No lograba comprender qué era lo que hacía mal para molestar a Mila. Ella solo respondía a lo que le preguntaban.
Subió a su habitación y vio que su abuela estaba con su madre que no había regresado a su casa aún, así que entró a saludarlas y comunicarles que solucionó el problema.
, pero no es tan fácil que Stephan abandone a su familia. El negocio aún es de su padre.
—Pues con más razón, eso significa que nunca tendrán nada a su nombre y siempre estarán bajo el yugo de tu suegra. Que no sé por qué se la pasó hablando de esa novia del pasado de tu marido, la hija de los joyeros que ahora son millonarios. Tú para ella sigues siendo una mala inversión, una mujer que no trajo nada de ganancias a la familia, por eso te reprocha que tuvieras una hija y no hijo varón. Y lo peor de todo fue que dejaste de pintar cuando comenzabas a ser famosa en el mundo del arte.
Astrid no sabía nada de eso de su madre, ni que pasaba tantas penurias. Entro a la habitación como si ni hubiera escuchado nada.
—Hola, madre, abuela, Encontré una tienda donde vende el té, que necesitamos reponer para el viejo abuelo, así que lo tendré para mañana.
—Astrid, ¿cómo lograste conseguirlo en tan poco tiempo?
—En la tienda de un amigo, me dijo que él lo vendía y que lo tendría para mañana. Cuando regrese de la escuela lo traeré, así que ya no te preocupes, mamá.
Emma y su madre se miraron a los ojos y sintieron mucha ternura por Astrid. Quizás ella quería ayudar, pero alguna persona ahí fuera solo la estaba timando. Era tan ingenua su pobre hija…
Farnel, por la noche, en cumplimiento de su deber, se vistió con un traje de corte inglés hecho a la medida, y se dirigió a la casa de Maxwell, uno de los principales empresarios de la ciudad este del país.
Y se presentó en la entrada de la residencia entregando un tarje en el cual indicaba que era el Sr. St Clair, sin nombre ni nada más.
Para este tiempo por la ciudad ya corrían rumores de que el Mayor St Clair estaba en la ciudad esta y que se encontraba de incognito, solamente tomando un descanso. Todos los más ricos de la ciudad estaban a la expectativa de poder conocerlo. Pero solo Maxwell sabía en realidad quién era ese mocoso, mal educado; él mismo lo había llevado a la academia donde estudió desde pequeño, después de que perdiera a sus padres, en aquel fatídico ataque. Prometió guardar por siempre su identidad hasta su muerte, nunca revelarla y así seguiría siendo.
Cuando vio la tarjeta de presentación, de inmediato supo de quién se trataba y dejó entrar al hombre.
—Dime ahora que es lo que quiere ese mocoso mimado, que desea de mí.
—Me dijo que le dijera que aún le debe su regalo de cumpleaños y que quiere su alijo de te. Da Hong Pao
—Jajajajajaja, ese niño, se ha pasado de la raya y ahora sí que quiere burlarse de mí.
—También me dijo que le dijera que su nieto golpea a la niña que necesita ese té. Y esa niña es la protegida del mayor.
Que mentiroso era su jefe. La que golpeó a toda su pandilla de Claire fue Astrid. Como se pone a decir tantas cosas falsas con el fin de lograr lo que quiere, es un perverso malvado, pero ya verá cómo le va a decir al grupo de elite en el chat que está pedido por la niña, para que pierda toda la cara.
—A este bien le daré lo que quiere, pero dile que deje en paz a mi nieto, que no lo toque. Maxwell adoraba a su nieto; no importaba lo que hiciera, al final sería él el único que heredaría todo lo que poseía. Sus padres habían sido asesinados al igual que los de Buker, así que lo protegería de cualquier cosa.
Envió a una persona a su bodega y trajo medio kilo de te de Da Hong Pao. Se lo entregó a Farnel y se marchó con el té en una caja bellamente ornamentada.
****
A la mañana siguiente, Astrid se despertó y estaba lista para irse a la escuela cuando su madre la detuvo y le preguntó sobre su amigo que le conseguiría lo que necesitaba.
—Astrid y ese amigo tuyo, ¿Cómo lo conociste?
—Bueno, estaba buscando donde comprar agua y entré a su tienda y ahí lo encontré.
—Entonces es el dueño de una tienda de conveniencias cerca de la escuela.
—Algo así, pero yo creo que no vende casi nada, no veo que entre gente a su tienda, siempre que voy a desayunar con él no veo que venda nada.
—¿Desayunas con él todos los días?
—Sí, sino se pone triste y mi corazón duele.
—Tu corazón duele, ¿Por qué no lo ves? ¿Eso lo que quieres decir?
Astrid se quedó pensando por unos minutos y respondió: —Sí creo que es eso.
—Astrid, porque no preparamos comida; desayuna mejor los alimentos que lleves de casa, así no haces que gaste su dinero. Si dices que no tiene muchos clientes, no tendrá muchos ingresos.
—Eso sería bueno, pero prepara mucha comida. Es un hombre grande y también está su amigo que no es tan grande y yo, ¿verdad?
—Está bien, de inmediato prepararé todo lo que te llevarás; le diré a las cocineras que lo hagan lo más pronto posible para que no se te haga tarde.
Emma estaba un poco desconfiada de ese amigo de Astrid, pero si lo pensaba bien, un hombre que la invitaba a desayunar todos los días con lo poco que le pudiera ofrecer no podría ser una mala persona.
Y su hija necesitaba aprender a hacer amigos, así que si ella podía ayudarla lo haría aún que solo fuera con un poco de comida.
Preparado unas generosas viandas y se las entregó al chofer para que las dejara de camino a la escuela en donde le indicara Astrid.
Cuando llegaron a la esquina donde tenían que girar para poder estacionar el auto fuera de la escuela, Astrid le pidió al chofer que la dejara fuera de la tienda de la salchicha grande y feliz con las cosas que había preparado su madre.
Cuando entró con un gran paquete de viandas, Buker y Farnel se quedaron sorprendidos, pero Farnel del corrió a preparar la mesa del desayuno, como si no hubiera maña.
—Pequeña niña, qué es lo que traes ahí —preguntó Buker.
—Mamá dijo que no debo seguir abusando de tu amabilidad, así que ella envió el desayuno para los tres.
Farnel, de inmediato, comenzó a preparar todo para servir lo que había enviado Emma. Eran todas unas delicias, huevos fritos, pan tostado, hotcakes, fruta en jugo. Estaba más feliz que una perdiz.
Los desayunaron felizmente. Farnel sacó una foto de toda la comida, para enviarla al chat grupal después. Se estaba convirtiendo en todo un espero en cotilleos en línea.
—Buker, ¿pudiste conseguir lo que te pedí? Pregunto, Astrid.
—Por supuesto, no fue algo tan difícil de hacer
Al escuchar decir eso, Farnel casi se atraganta con la comida; eso lo dice quien con solo levantar un dedo puede incluso enviar un misil y derruir una isla sin pensarlo dos veces.
—No me costará mucho dinero, solo tengo 200 euros en mi bolsito ahora, y no sé cuanto más dinero puedo conseguir.
Buker pensó por un momento que, por lo que había investigado la familia Templeton, era pobre. Entonces, ¿Por qué Astrid no tenía una tarjeta de crédito como los demás niños ricos, porque solo tenía unos cuantos centavos en sus manos? ¿Quizás no era querida en su casa? Enviará a Farnel a investigar lo que estaba sucediendo en esa familia y esta niña.
Y lo que realmente pasó para que su madre se metiera en un lio tan grande como para pedir un te de un precio tan exorbitante.
—No te preocupes: con solo 50 euros es suficiente. Lo demás, puedes quedártelo para tus necesidades.
—Gracias, por cierto, solo necesito 100 gramos, eso es lo que dijo la vieja enojona de mi abuela, que es lo que estaba en el tarro que se rompió.
—Yo te daré 250 gramos, está bien para ti.
—Sí, solo espero que eso funcione para que consigan los negocios que quieran; me dolería desperdiciar ese te en esas personas.
Buker sonrió cuando escuchó las palabras de esa niña; notó cómo era sincera y franca al hablar.
Entonces pasa por el paquete cuando salgas de la escuela, así podrás recoger todo esto y no tendrás que llevarlo a la escuela ahora.
—Está bien, entonces me marcho o llegaré tarde.
Desde hacía ya un tiempo, sin darse cuenta, Astrid se había acostumbrado a tomar de la mano a Buker todo el tiempo que estaba en la tienda. Durante el descanso, se la soltaba, pero cuando terminaba se la robaba de nuevo. Buker, sin embargo, era muy consciente de ello, y se dejaba hacer. Se sentía cálido por dentro cuando tenía la mano de la niña entre la suya; olvidaba todo lo que vivía durante las noches.
Su pecho se llenaba de un dulce calor que lo hacía sentir vivo de nuevo, algo que había olvidado desde que lo había hecho desaparecer de aquel laboratorio cuando apenas tenía 14 años, cuando comenzó a ser una sombra.
A ser entrenado como solo eso, una sombra que fuera indetectable, frío fuerte, zagas y sumamente inteligente en todos los aspectos. Elo, aquí una magnífica creación de laboratorio.
El joven que se gradúa de tres carreras universitarias a los 14 años. El pequeño juguete de un grupo de científicos, que logró demostrar que la mente humana tiene una capacidad tan sorprendente que, si se sabe usar adecuadamente desde una edad temprana, se pueden lograr verdaderos milagros. Le enseñaron todo lo que podían enseñarle, pero nunca pudieron mostrarle lo que eran las emociones, el amor, el dolor, la tristeza, la felicidad, la compasión, las ganas de vivir. Como hacer un amigo, cómo conquistar una chica, saber si amaba alguien o si lo odiaba. Solo crearon al humano perfecto para crear, destruir y descifrar. Ese era el Buker St Clair.
Por la mañana, a la entrada del colegio, se estaba bajando de un BMW rojo descapotable. DENZEL, su madre, lo había llevado al colegio ese día. Y desde el día de las calificaciones no lo había dejado en paz, preguntando a quién había sacado la calificación máxima.
Ya estaba cansado de la pregunta y, además de los regaños, recordándole que tenía que ser el mejor en sus estudios, en los deportes, en todo lo que hacía, y para colmo le comunicó que ya habían ido a hacer la primera visita para hablar sobre su compromiso matrimonial con la familia de Mila, cosa que ni siquiera le comunicaron, y eso lo tenía de los nervios, porque no estaba totalmente de acuerdo en un compromiso temprano, no antes de terminar la inversión.
Él pensaba que primero tenía que terminar su carrera, asentarse y después comenzar con los arreglos de un compromiso, si es que continuaba con Mila. Todo podía pasar en razón de 5 años.
Mientras se bajaba del auto de su madre, vio que Astrid cruzaba la calle, y notó que la luz del sol hacía que su largo pelo luciera más brillante, y sus orejas incluso parecían transparentes de lo blancas que eran; parecía casi un hada.
—Escuchaste lo que te dije, no puedes perder el primer lugar. En los siguientes meses, si fue Mila quien se quedó con el primer lugar, no importa, ya que será tu prometida. Denzel no estaba prestando mucha atención a las palabras de su madre; solo veía a Astrid, preguntándose: ¿por qué era tan bella?
—No olvides que ya fuimos a hablar con la abuela de Mila, para iniciar la fecha del compromiso, y aléjate de esa niña, la prima tonta de Mila; no hables con ella. Denzel, ¿no me dirás quién sacó la calificación más alta?
Denzel, de verdad, en ese momento sintió toda la ira reprimida de ser regañado, de tener que soportar un arreglo matrimonial de infancia, de ver que sus padres estaban preparando un matrimonio sin su consentimiento; tuvo un momento de revelación y dijo sin más y con fuerza y clara: —Astrid Templeton.
Eso lo hizo sentir tranquilo; al menos hizo que su madre se callara de tantas tonterías que estaba diciéndole.
**********
Mila vio a Denzel y quiso sorprenderlo, pero cuando llegó a donde estaba, la sorprendida fue ella. Al darse cuenta de a dónde estaba mirando, no apartaba la mirada de su prima, y eso la cabreó muchísimo, pero aun así, lo tomó de la mano y lo saludó melosamente.
Y caminaron juntos, rumbo al salón de clases.
Astrid, al entrar en la escuela, se topó con la chica a la cual había salvado de la paliza y resultó que caminaba rumbo al mismo salón que ella. Nunca imaginó que fuera una niña que estuviera en un aula de elite, pero no dijo nada; solo caminó en silencio hasta el salón, entrando las dos a clase.
Todas las clases transcurrieron con relativa calma, a excepción de que cuando le preguntaban a Bertha, ella solo respondía: No lo sé, pregunta al siguiente…
Y después ponía su cabeza sobre el pupitre y se dormía de nuevo. Eso ponía a todos los alumnos de malos humos, porque como ya se había dado cuenta, eran muy competitivos en ese salón y siempre querían ganar en puntuación general a los de al lado.
Y todo dependía de las calificaciones sumadas del grupo, y si uno de ellos bajaba su puntaje, todos sufrirían las consecuencias.
No comprendía muy bien eso; a ella solo le preocupaba no aprender algo nuevo, no un número. Estaba en sus elecciones, cuando una joven entró y le dijo que el profesor de matemáticas la esperaba en su oficina.
Todos estaban secretamente felices, esperando que fuera llamada para ser regañada porque había hecho mal algún trabajo o tarea.
Pero cuando regresó al salón de clases, llevaba en las manos el registro para participar en el entrenamiento para las Olimpiadas de Matemáticas. Había sido otro que Denzel quien participara; solo él era quien lo hacía, y Mila en Física.
Cuando vieron que ella lo tenía, alguien le preguntó.
—¿Astrid asistirá a las clases para la competencia de olimpiadas de matemáticas?
—Sí, parecen interesantes.
—Claro que son interesantes. ¿Estará Denzel ahí?
—Si estás interesado en recuperarlo, será el lugar y el momento justo para que lo hagas.
—Tendrás horas extras para poder arrebatarle el prometido a tu prima.
Cuando terminaron de decir todas estas burlas, todos comenzaron a reír. Mila estaba muy enojada porque no había pensado en eso, pero Denzel se lo estaba planteando de verdad.
Por otra parte, Astrid ni siquiera les prestó la más mínima atención a todos ellos, pero Bertha respondió por ellos. —¿Cree que una chica tan guapa necesita recoger la basura que una casa deja tirada? Sabían que era inútil hacerlo. Ella.
Nadie quería discutir con Bertha.
Bertha sabía pelear bien, siempre los dejaba callados y no podían ganarle. Astrid solo le brindó una mirada de agradecimiento y continuó leyendo las hojas que le habían dado…
Cuando llegó la hora de asistir a la clase de aprendizaje para las olimpiadas de matemáticas, Mila y Denzel se sentían incómodos, pues en parte creían que Astrid había ido a pedir ella misma la inscripción a la clase, para coquetear con Denzel, y Mila estaba celosa, y Denzel se sentía muy nervioso.
Al llegar a las escaleras que los conducirían a la planta alta donde se encontraban las aulas de física y matemáticas, no subían ninguno de los dos, pero Astrid pasó por en medio de ellos como si nunca los conociera. No les saludó ni les dirigió ni media palabra. Subió con normal tranquilidad hasta entrar en el salón de matemáticas, lo cual dejó muy desconcertado a Denzel.
Ya en Salón comenzaron a resolver problemas que el profesor les estaba poniendo, pero a Astrid le pusieron problemas diferentes para saber su nivel.
Cuando los resolvió, el profesor le dijo que estaban mal los resultados y Denzel se sintió en las nubes, pero poco después se dignó.
—Astrid, no están realmente mal, de hecho, están correctamente resueltos. El problema es que los resolviste como si estuvieras en la universidad en un nivel avanzado de matemáticas. Y eso no te da puntos en una olimpiada, sino que te los resta. Ya que lo que se evalúa es el modo de resolver de un nivel de escuela media superior. Pero, ¿me podrías decir quién te enseñó el método de matemáticas avanzadas?
—Yo sola lo aprendí, estudiando de forma autodidacta.
—Qué interesante, Astrid, pero lo mejor es que vimos a tiempo el problema que puede presentar en ti el saber matemáticas avanzadas en una olimpiada de nivel de educación media superior. Y podemos resolverlo. Te pondré algunos ejercicios y te mostraré cómo resolverlos.
Denzel estaba muy sorprendido de lo que estaba escuchando; él pensaba que era un gran competente en matemáticas y esa chica dominaba las matemáticas avanzadas. A nivel universitario, porque esa estúpida familia Templeton creía que era tonta, ellos eran los tontos.
Sentía que sus padres también eran tontos por querer que se casara con la chica equivocada
Esa tarde fue un total caos; el anciano Maxwell sabía muy bien que con el tacaño de ese niño mimado por ahí, era casi imposible reunir a los hombres para hacer negocios. Era capaz de mandar a alguien para embellecer su reunión solo para jorobar toda la reunión.
Lo conocía mejor que nadie. Además de poder enterarse de quienes estaban en la reunión, sabría muy bienes eran los que tenían buenas intensiones y los que irían con malas para pedir favores y con grandes regalos, y después sabría de donde sacar cosas cuando las necesitara.
Ese niño, nuca cambiaria, era igual que su nieto, un par de caras duras, solo que uno era un genio inigualable y otro un perdido en la vida. Le dolía tanto el corazón por los dos, pero no podía hacer nada.
Al menos uno de ellos había logrado: ya están en el palacio del poder, con solo 25 años de edad…
Mientras él solo sabía meterse en problemas con casi 18 años, no sabía qué haría con Claire. Era su único pariente directo vivo, el hijo de su adorado hijo y su nuera, esa bondadosa mujer, que no tenía nada que ver en los problemas de la familia Maxwell.
Ya le habían informado de la pelea que había tenido para retener a una chica en su pandilla, y que la hija de la familia Templeton los había apaleado. Además, esa criatura era la que tenía la máxima calificación en toda la escuela. Si su nieto fuera así, no le importaría que fuera un rebelde. Esa niña quizá sea una rebelde y pelee y esas cosas, pero es la mejor en la escuela. No tienen por qué ser peleadas las cosas unas con las otras.
Está el ejemplo claro de Buker St Clair; es un astuto zorro, le gusta pelear y vaya que sí lo hace bien, sabe muy bien manejar un ejército militar, maneja de maravilla sus empresas y es todo un muy buen magnate en la bolsa de valores. No por nada le encomiendan los trabajos secretos más importantes de la nación solo a él.
Pero con ese carácter engreído y tan sarnoso que tenía, era complicado hacer amigos; más que una mujer se acerque a él era cortejar a la muerte… Se va a morir solo.
Y en cambio, Claire estaba lleno de flores sociales, que solo lo buscaban por su dinero, mujeres que no valían la pena, con mucha belleza, pero nada de cerebro; estos mocosos me van a matar.
—Declara que se suspende la reunión de este sábado y que no envíen nada de regalos; a cualquiera que lo haya, se le devolverá; no quiero tener problemas con el General que está pululando por estos lares. Es mejor protegernos de cualquier inconveniente.
El hombre que recibió la orden de inmediato fue a enviar los mensajes a todos los hombres que tenían que presentarse el sábado en la casa Maxwell; solo se les avisó escuetamente. *No presentarse, no enviar regalos; se cancela su invitación.* Era un mensaje que se resistía a muchas interpretaciones y los de la familia Templeton lo tomaron a libre entendimiento.
—Debemos investigar de inmediato, ¡qué es lo que ha pasado, porque ya no quieren que vayamos este fin de semana a la reunión! El viejo Mateo estaba muy nervioso.
—Seguro es un mal entendido —dijo Stephan.
—Tenemos que saber con exactitud lo que está pasando; esto no es una simple reunión, nos estamos jugando millones, si no podemos conseguir un buen trato en esa reunión. Mateo sentía que su corazón se detendría.
—Suegro tiene que calmarse o terminará en el hospital y esto será una peor. —Emma trató de que se tranquilizara.
—¿Qué comprendes tú sobre tranquilizarse, si solo sabes causar problemas? Mira qué pasó si con el regalo que se le tenía que dar —Nina no perdió el tiempo para meter el dedo en la llaga.
—Pero qué importa ahora, si no quieren ni un regalo, dicen que no recibirán regalos, tampoco.
Mila estaba ya en casa, y Astrid no había llegado a casa, pero no se habían dado cuenta de eso. Por estar discutiendo sobre el problema, ya habían pasado al menos tres horas del tiempo que debería de estar en casa y no lo habían hecho en falta.
Por lo cual Mila aprovechó para hablar mal de ella.
—Yo creo que es por culpa de Astrid; ella le causó problemas a Claire, el nieto del Sr. Wallas; se pelearon en el callejón de enfrente de la escuela.
—Lo sabía, desde que llegó a estaca esa como cosa, que solo traería desgracias a esta familia; nunca deberían de haberla sacado de ese orfanato; es solo una tonta que no sabe hablar, no sabe responder cuando se le habla, no sirve para nada. Nina no para de decir groserías como si fuera un cargador de la caja del mercado de abastos, quejándose por la carga que tenía que subir al camión.
—¿Por qué no lo dijiste antes? Stephan conocía al nieto de Wallas. Era un chico alto de cuerpo fibroso, y sabía que de una sola patada podría haberle todas varias costillas a Astrid… ¿Cómo estaría su hija, donde estaría tirada su pobre hija?
—¡Cómo pudiste guardar silencio con algo como esto, Mila! Emma estaba desesperada al pensar que Astrid estaría malherida en algún callejón oscuro y que Mila lo sabía y se quedó en silencio a propósito para que su hija sufriera en soledad.
—No pensé que fuera algo importante antes. El abuelo de Mila, Mateo Templeton, sabía del egoísmo de esta nieta suya; era igual que su esposa, pero no imaginó que fuera tan mala como para dejar que su otra nieta fuera golpeada por un chico e incluso estuviera tirada en la calle sola. Era igual de psicópata que su padre, por eso dejar la empresa en manos de su segundo hijo sería la ruina.
—Seguro que lo que le pase a ese mocoso lo tiene bien merecido, así que lo que encuentren no debería de sorprenderles —gritó Nina.
Los padres de Astrid salieron con el alma en vilo, pensando y temiendo lo peor por su pobre hija. Ella era una niña tan débil, que apenas se comunicaba con los demás; ¿cómo podría enfrentar a un chico tan agresivo y despiadado como era el nieto de Maxwell? Ese niño no tenía paciencia con nadie, ni con adultos ni con jóvenes; ya antes había golpeado a una chica y la mandó al hospital con las costillas rotas y una pierna destrozada. La indemnizaron, pero eso no curó sus heridas emocionales.
Que le pase a su Astrid, que es como un ángel, tan ingenua y pura de corazón, no podrá superar un ataque salvaje de este bárbaro.
—Estaban apunto de salir por el camino de la entrada a la recepción cuando vieron que venía Astrid, con su mochila, arrastrando por la calle rumbo a la entrada de la casa…
Se apearon a toda prisa del coche y la comenzaron a revisar.
—Astrid, estás bien, no te pasa nada, no te duele el cuerpo, ¿no estás herida en alguna parte?
—Astrid, Estaba un poco confundida por la forma en la cual la estaban tratando; no estaba segura de porque la estaban revisando como si un camión hubiera pasado por encima de ella. A decir verdad, así la revisaban en el orfanato, cuando se caía de los columpios también. Pero ella no se subió a ningún columpio.
—Yo estoy bien, solamente estoy cansada. El profesor de matemáticas me hizo realizar muchos ejercicios y tardé 3 horas haciéndolos y por eso cuando salí ya no estaba el chofer. Mila me dejó, se vino a casa y no sabía cómo regresar, así que seguí el camino que sigue el automóvil caminando.
Los padres de Astrid estaban ahora furiosos por lo que había hecho Mila; no solo los preocupó, sino que dejó que su hija regresara caminando sola ya tarde desde el colegio, solo por los celos que le tenía por ser más inteligente que ella.
—No te preocupes, ya no iras con Mila; tendrás un auto solo para ti. Le comunicó su padre.
*********
Después del incidente de esa noche, los días se tornaron muy extraños en la casa de los Templeton.
Ya no se le prestaba tanta atención a las palabras de Mila sobre lo que dijera de Astrid; la única que seguía escuchando todo que dijera era su abuela. Por supuesto; porque la vieja anciana era una de sus adeptas a escuchar lo que sus oídos querían comprar.
Mila seguía asistiendo a las clases de Física para poder asistir a la olimpiada de Física, pero llena de recelo por ver que Astrid y Denzel eran compañeros del mismo salón, por lo cual no había trato de que no regresara a contarle a su abuela que Astrid estaba haciendo todo lo posible por robarle a su prometido. Que era muy importante que obligara a sus padres a regresar de su viaje del extranjero; al final solo estaba paseando y gastando el dinero de la familia…
La abuela decidió que era necesario que su adorado hijo regresara; ya lo extrañaba y su nuera era la única que podría hacer algo para que su nieta Mila brillara en sociedad, obligando tanto a Astrid que no pudiera salir nunca de entre la oscuridad.
Así que decidí esa noche en la cena sacar el tema para que su esposo forzara a su hijo y nuera a regresar a casa.
Y así fue. Además, el señor Mateo ya había visto la cuenta desorbitante de gastos de su hijo y de su mujer, y tenía que ajustar cuentas con ellos. No producían nada y gastaban mucho. El que realmente trabajaba en la empresa era su hija Stephan y él nunca le había pedido nada, ni unas vacaciones, pero la pareja de su segundo hijo y su esposa no hacían nada más que divertirse y darse la gran vida.
Pronto pasó un mes y medio desde el incidente de la pelea entre la pandilla de los pitirrojos con Astrid. Todos cuando la veían le decían jefe y ella solo asentía sin decir nada más. Eso le parecía un poco raro, pero no les quitaría su pasión por sentir que tenían un jefe al cual seguir. Ahora ya no vestían estrafalariamente, ni tenían el pelo rojo. Ya llevaban el pelo cada uno como quería, eso sí, menos llamativo, pero como Astrid nunca logró recordar el nombre de ninguno de ellos, solo les decía número uno, número dos y así.
Menos a Claire, que a ese que sí lo recordaba bien porque se negaba a quitarse el rojo vivo de su pelo.
Claire había sido el más duro de todo el colegio desde la secundaria, es decir desde la muerte de sus padres cuando solo tenía 11 años. Se convirtió en un chico lleno de rabia y no sabía cómo controlarse y mucho menos en qué encausar el dolor que sentía, al saber que ya no podría verlos. Cuando fue recogido por su abuelo, lo único que pudo hacer fueron berrinches, pataletas y portarse mal. Su abuelo le dijo que tenía tanto dinero como para reponer cada cosa que rompiera, así que podía hacer lo que quisiera, y eso fue lo que ha hecho desde entonces. Solo por provocar peleas, problemas y no estudiar lo suficiente, pasa de grado por su abuelo.
Pero desde que conoció a Astrid, notó que esa chica no habla mucho, solo estudia, estudia y estudia. Pero se sorprendió tanto en la forma en que derribó a sus compañeros de banda que aún no logra comprender cómo lo hizo, si ella es tan delgada, elegante y bella cuando tuvo tiempo de aprender a pelear como un chico callejero.
Tampoco se habla con Bertha desde que la salvó de la paliza que le iban a dar entre todos; hasta Bertha está estudiando. Esa que ni por broma tomaría un libro, ahora se sienta junto a Astrid y se pone a estudiar muy tranquilamente a su lado y estudia metódicamente todo lo que ella le dice.
Que tiene es niña que puede contagiar a los demás de las ganas de estudiar. Las llamas de fuego, que ahora se llaman los petirrojos, porque ella así les decía, también estaban con libros en sus manos, todos puestos leyendo algo.
Claire los llamó para que fueran a hacer algo divertido y cada uno de ellos dijo que estarían estudiando porque si no la jefa les haría preguntas y no sabrían responderlas y no querían ser unos tontos delante de ella.
Claire tenía que resolver esto lo antes posible; tenía que retar a otra pelea a Astrid y ser de nuevo el líder. Su pandilla ahora era un montón de tontos que no querían divertirse como antes. Ya no querían fumar, ni beber con él, ni ir a los clubs que pertenecían a su abuelo a ver a las chicas; solo pensaban en qué nuevos libros les tocaba estudiar.
Eran todos unos pelmas, imposible de recuperar a este ritmo.
Tomo su auto deportivo color amarrillo y salió rumbo a la escuela y decidió que hoy retaría a Astrid para que le devolviera su grupo de mátanos y no a ese grupo de niños buenos en los que los había convertido.
******
Ya había pasado mucho tiempo desde que Astrid desayunaba con Buker o con Farnel, pero esa mañana llegó más temprano que de costumbre, así que Buker no la esperaba. Llegó demasiado tarde o temprano de una misión; estaba aún manchado de la sangre de algunos de los criminales a los que se había enfrentado esa noche, su ropa estaba pegajosa y su cuerpo olía a sudor, suciedad y a otras cosas que no quería ni pensar. Lo único que deseaba era tomar un relajante baño y sacarse toda la suciedad de lo que había vivido.
No logró entender cómo es que se habían escapado de nuevo los principales cabecillas de la banda de espionaje. Aun cuando lograron atrapar a algunos de los contrabandistas, los que los manejaban huyeron hacia la frontera del país y no los atraparon, pero sabía que regresarían; eso era lo más seguro. Aún no obtenían lo que realmente querían.
Lo que descubrió en esta incursión fue que existía un grupo de traidores en el país que servían de informantes; entre ellos había altos cargos militares, de los cuales él se encargaría, pero también existían políticos, empresarios y personas del arte. Lo mejor era que pronto se celebraría el cumpleaños del viejo enojo de Maxwell, así que ahí podrá encontrar algunas pistas importantes. Hará que invite a todo lo más importante de los círculos sociales, políticos, militares y del arte.
Mientras estaba planeando esto escuchó ruidos en la entrada de la tienda; pensó que tal vez era Farnel y fue al frente, pero mayor fue su sorpresa cuando vio que era Astrid vestida totalmente de blanco, con su tropa deportiva. Parecía un ángel por cómo brillaba en la entrada de la tienda, dándole el sol de espaldas…
—Niña, ¿es muy temprano para que ya estés aquí? No lo crees.
—Lo que pasa es que siento que no puedo respirar y que mi pecho va a estallar en cualquier momento, mi cabeza duele y esa voz dice que si no te amo moriré, y no quiero morir. Nunca antes le había dicho la razón del porque le tomaba la mano o porque iba a la tienda todos los días, mucho menos la loca razón porque él era su novio y le pagaba 20 euros todas las semanas por serlo. Pero al escuchar las palabras de la niña hoy, sintió una ternura inaudita en su corazón, que no pudo evitar caminar hasta donde se encontraba ella, olvidando por completo lo sucio que estaba.
—Astrid, mírame mientras esté a tu lado, yo no dejaré que te pase nada, nunca morirás, comprendes lo que te estoy diciendo. Si es necesario que me ames para poder vivir, entonces hazlo, no pasará nada. Si necesitas que esté a tu lado, lo estaré; tampoco pasará nada.
—¿De verdad, no moriré?
—No, Astrid, si yo puedo evitarlo, no morirás.
—¿Puedes abrasarme?
—Espera aquí un momento, voy a ducharme y regreso.
—Está bien, aquí te estaré esperando, no me moveré, no iré a ninguna parte. Un frasco
—Buena chica.
Astrid comenzó a ver las cosas que estaban en la tienda. Le parecía un poco raro que había cosas raras, como un bote de aceite de auto y después una botella de lubricante sexual a un lado, o que encontraras un poco de sal, pero no encontraras nada de condimentos aparte de eso; podas ver una vela sola, pero no había cerillas, un foco, pero no había más conectores. Esta tienda de conveniencias era de lo más extraña.
Preguntaría a Farel. Porque estaba así de vacía y rara, ¿cómo es que querían hacer dinero si no tenían nada?
Después de unos 20 minutos regresó Buker con ropa limpia. Ahora no estaba vestido de negro; traía puestos un jean y una camisa blanca pegada al cuerpo.
—Niña, tienes teléfono verdad, ¿porque no me has dado tu número?
—¿Para qué quieres saber mi número de teléfono? Eso solo lo saben mis padres. Y también Bertha.
Buker pensó en algo rápido —para que cuando te duela el corazón y no esté a tu lado me puedas llamar y así escuches mi voz.
—Es verdad, también lo pensé cuando el accidente del te, así podría llamarte si pasa algo.
—Dame tu teléfono, así tendrás mi número.
Buker marcó su número desde el de la niña y grabó el número de la niña en el suyo, y después grabó su propio número en el teléfono de Astrid. No quería que le llegara a pasar algo a Astrid y él no pudiera ayudarla.
Buker no sabía cuando pasó, pero estaba realmente interesado en todo lo que le pasaba a Astrid. Siempre enviaba a Farnel a investigar lo que le sucedía en la escuela, para estar seguro que no lo pasaba mal. Pero había descubierto que era una niña super dotada, que estaba siendo preparada para la olimpiada de matemáticas, y que era la jefa de unas chicas que la seguían como pollitos a la mamá gallina, con sus libros bajo el brazo.
Y por señas de Farnel fueron los chicos a los que había derrotado en la parte de atrás de la tienda. Por lo que dedujo, eran la antigua pandilla de Claire, ese mocoso problemático nieto de Maxwell.
Solo esperaba que no le fuera a causar problemas ese niño, o no lo respetaría aún que fuera el único pariente vivo de Maxwell.
Pensándolo bien, le daría unas cuantas clases más de defensa personal a la niña; con eso podría derrotar al tonto de Claire.
Así mataría dos pájaros de un tiro; haría que Astrid pudiera defenderse mejor y que Claire comprenda que tiene que dejar esa vida de vago.
Al día siguiente, cuando Astrid llegó a la tienda, con el desayuno que ya se habían acostumbrado a recibir de parte de la madre de Astrid.
Buker decidió comentarle a la niña sobre sus planes de enseñarle defensa personal y las razones para que una niña supiera hacerlo mejor.
—Niña, tienes que saber protegerte mejor de lo que te enseñé hace un tiempo; esos movimientos pudieron ayudarte con esos niños, pero con un hombre grande como yo, no funcionarán. Si te atacan en la calle y no puedes defenderte, puedes ser llevada por algún secuestrador, o por hombres que raptan a las mujeres para venderlas.
—Si lo dices de esa manera, tienes razón, nunca se puede ser lo suficientemente precavido. Entonces, está bien, enséñame a defenderme.
—Tienes que venir mañana que es fin de semana y no tienes clases, con ropa cómoda, así podremos hacer todo tipo de movimientos, ¿comprendes? Entonces te veré mañana por la mañana, ahora vete o llegarás tarde a clases.
Astrid se fue a clases; cuando entró al aula, todos estaban en un ajetreo total, hablando sobre un examen sorpresa; ella ni se inmutó al escuchar la palabra examen; simplemente se sentó en su lugar y esperó a que entrara su profesor.
El profesor de Física entró y comenzó a explicar que tendrían un examen sorpresa de su materia, que serían 80 preguntas, y quien sacara la mayor puntuación quedaría exento de presentar el examen final del semestre… Todos estaban eufóricos, pero también atribuidas 80 preguntas de física eran una barbaridad…
Astrid tomó el papel que se le entregó, vio primero todas las preguntas y tomó la hoja de respuesta. Después les dijeron que tenían dos horas y media para resolver el examen.
Se suponía que los que asistían a las clases de física para llegar a la olimpiada eran los que lo tenían más facial, pero en realidad todos tenían cara de *Qué esto, no entiendo nada*.
Mientras trataban de entender si el examen estaba al derecho o al revés, Astrid inició a responderlo.
En una hora ya había terminado de responder el examen y desarrollado los ejemplos requeridos. Astrid se levantó, entregó el examen y preguntó si podía salir, a lo cual el profesor, aun extrañado, le respondió que sí. Tomó un libro de entre sus cosas y salió para ponerse a leer en silencio en el pasillo.
Mientras en el salón a algunos ya no les pareció extraño lo que hizo Astrid, Mila estaba muy enojada. Física era la única materia en la cual podría sobresalir y si eso también se lo arrebataba, a Astrid ya no le quedaría nada.
Cuando había terminado el examen, Astrid ya iba por la mitad de su libro, que trataba sobre la genética en las enfermedades raras hereditarias. Y las investigaciones en el genoma humano.
Todos los chicos salieron, quejándose de lo complicado que era pasar por un examen sorpresa, pero era inhumano pasar por uno como el que les acaban de aplicar hacía unos minutos.
Bertha se sentó junto a Astrid y vio el libro que tenía en sus manos y soltó una gran carcajada.
—No comprendo cómo esta bola de papanatas se queja de un examen de nada, cuando tú estás leyendo ese libro como si fuera uno de tiras cómicas. Astrid, te admiro por la gran capacidad de aprendizaje que tienes. Puede ser que no puedas comunicarte con las personas o expresar tus emociones, pero, si quieres hacer eso sin con tu cabeza, puedes llegar a salvar a muchas personas. Además, soy la mejor amiga del mundo. Conmigo es suficiente. Después de decir eso, abrazó con fuerza a Astrid, quien se sintió un poco rara, pero no alejó a Bertha de ella.
Tenía razón Bertha; ella no necesitaba más amigos; ya tenía a los petirrojos del 1 al 10 y a ella, además, Buker dijo que estaría a su lado siempre, y ella ya lo quería a su lado para siempre.
No sabía cómo quería que estuviera Buker St Claire en su vida, pero lo quería en ella.
El día sábado en la tienda a las 10 en punto de la mañana, Astrid fue llevada por su chofer, después de pedir permiso a su madre. Emma sabía muy bien sobre la amistad que tenía con el chico de la tienda de conveniencias y cuando su hija le explicó que le enseñaría defensa personal, le pareció una magnífica idea.
No se opondría a que su hija aprendiera a defenderse, no después del susto que pasaron debido a las palabras mal intencionadas de Mila. Su hija tenía que saber lo mínimo para defenderse en caso que estuviera sola en la calle y no se encontrara el chofer o alguien que la auxiliara o pidiera ayuda por ella.
Cuando llegó, ya estaban listos los dos hombres, tanto Buker, como Farnel, en la trastienda en ropa deportiva.
Buker no quería hacer demostración de forma cuerpo a cuerpo con ella porque sentía que la lastimaría, por su cuerpo frágil, con su cuerpo fornido y enorme, por lo que pensó usar a Farnel para que viera cómo se realizaban los ataques…
—Muy bien, Astrid, tienes que poner mucha atención en la forma en la cual tomo por sorpresa al enemigo, que en este caso será Farnel. Ve muy bien cómo me acerco desde la parte de atrás y presiono su cuello con mi brazo, tomándolo para girarlo y tirarlo al piso, para ponerle la rodilla sobre el pecho, así inmovilizándole de inmediato. Comprendes, pero sí debes cuidar los pies del sujeto, o podrá levantarlo e impulsarse y golpearte la cabeza, girar y zafarse de tu agarre.
Ahora te lo mostraremos. Ven, Farnel, y no pongas esa cara; no te golpearé tan fuerte.
Farnel podía jurar que eso no era verdad. En los entrenamientos nadie quería servir de conejillo de Indias del General St Clair. Era de temer: desde que lo llevaron al ejército a la edad de 14 años, le mostraron lo que era no tener piedad por el enemigo y hasta la fecha era un hombre cruel. Solo de imaginar que lo utilizaría para dar ejemplo a la niña, ya sus huesos dolían.
Pero que de cabeza que iba a ir este chisme al chat grupal del grupo de elite, eso seguro. Ya tenía una cámara oculta grabando al General hablando con la niña; ese cambio de voz era de ver y no creer.
Ya tenía algunos euros ganados por vender ese video al chat grupal. Solo por eso se dejaría golpear esta mañana.
—Estoy preparado, jefe, cuando quiera. Pero hágalo en cámara lenta para que la niña lo pueda apreciar.
Este estaba tendido a la estrella de su surte, pensó Buker. De verdad quería que lo hiciera a cámara lenta. Después le daría una lección de entrenamiento que lo haría pagar esto.
—Está bien, solo para que puedas aprender bien, Astrid.
—Hombre de negro, no te detengas, yo aprendo rápido.
—Señorita, de verdad será mejor a cámara lenta. Por favor.—ayúdeme o este monstro me matará, pensó Farnel.
—No; de manera rápida también aprendo.
Buker sonrió de forma maliciosa y atacó sin avisar a Farnel. Dejándolo tirado sobre la lona.
—Ya comprendí; ¿puedo hacerlo ahora yo?
—Si crees tener la fuerza, puedes hacerlo —respondió Buker.
Astrid se movió con calma, como si meditara cada paso que estaba dando y después espero a que Farnel se levantara del piso donde lo había tirado Buker. Se posicionó de nuevo en el lugar donde tenía que esperar a ser atacado. Sabía que él era un hombre fuerte, entrenado y curtido en batallas en el ejército, y no sería fácil para Astrid derribarlo como había hecho con los niños de su escuela, así que solo esperaba que no se lastimara la niña al tratar de tirarlo al piso.
Astrid se puso en la misma posición como lo había hecho Buker, respiró hondo y realizó los mismos movimientos que Buker a una velocidad tan rápida que el mismo Buker se sorprendió. De la nada Farnel ya estaba tirado en el piso y sujeto por Astrid.
La, pequeña, podría llegar a ser un arma mortal si le mostraba movimientos más complicados, así que decidió mostrarle solo lo básico para defenderse
Buker no quería arriesgarse a tener que intervenir cuando la niña dañara a algún incauto que se atreviera a tocarla y terminara en el hospital sin poder moverse.
Así continuaron entrenando hasta las 2 de la tarde, que decidieron que era suficiente. Entonces, Astrid era un perfecto ejemplo de lo que podía ser un arma mortal en solo unas horas.
Farnel estaba pensado, no, más bien estaba muy seguro de que esta niña era la única mujer perfecta para su jefe. Estaba igual de loca como él, era tan inteligente como él, le gustaba aprender como a él, sabían compartir ya, se le había declarado y él era su novio; no sabía de verdad o mentiras, pero era su novio, y era la única mujer a su lado.


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